Episodio 83 – Quinto Fabio Cunctator

Los comienzos de un personaje que nos acompañará en el podcast por 20 episodios. Quinto Fabio Verrucoso Cunctator. Augur. Cónsul. Dictador. Censor. Leyenda.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 83 – Quinto Fabio Cunctator.

Antes de establecernos confortablemente en nuestro presente, es decir, a finales del año 235, tenemos que volver por un minuto al nuestro Episodio 79 — Roma 1 – Cartago 0.

La razón?

Porque — yo, en aquel episodio les había dicho que en nuestro futuro Episodio 82 íbamos a hablar de los Postumios.

Por qué hice eso?

Bueno, porque allá en nuestro Episodio 79, estábamos en el año 244 AC, y uno de nuestros Cónsules are un tal Postumio Albino.

Aulo Postumio Albino, para ser más concretos.

Y se acuerdan que yo les había dicho que ese Postumio quería ir a pelear a Sicilia, y que Lucio Metelo, el Pontífice Máximo de Roma no le dejó salir de Roma?

Claro, la razón era que ese Aulo Postumio era uno de los Flamen en Roma — es decir, uno de esos sacerdotes especiales que no podían salir del pomerio. Como Flamen del dios Marte, él sí podía ser elegido al puesto de Cónsul, pero no podía ir a pelear afuera de la ciudad, y mucho menos a Sicilia.

La razón por la que yo les había dicho que íbamos a ver de los Postumios en el Episodio 82 era porque yo pensaba que ya llegaríamos al 234 AC, pero — obviamente, todavía estamos en el 235.

Así que, de los Postumios vamos a ver hoy. Mejor dicho, en dos minutos más, porque el hijo de aquel hombre que no pudo salir de Roma a pelear, pues — será elegido Cónsul este año.

Su nombre?

Lucio Postumio Albino.

Ahora, veamos algo que — si bien es imaginación en este podcast, bien pudo haber sucedido, y vayamos a la última semana del año viejo, es decir — el 235 AC.

En otras palabras, estaríamos a — más o menos — una semana de las elecciones consulares en el Senado de Roma, y también estaríamos en el medio del invierno romano.

Esa también era la semana después de las Saturnalias (que aún no estaban muy, muy en apogeo), pero también es la semana después del solsticio de invierno.

Pero lo más importante es que esa TAMBIÉN era la semana cuando mucho ajetreo sucedía con el tema de elegir a Cónsules romanos, y muchas, muchas veces, dinero — así es — dinero, oro, propiedades y tratados, pasaba de una mano a otra, a medida que los poderosos de Roma hacían tratos — legítimos o ilegítimos, por debajo de la mesa.

En el medio de la noche, llovizna se mezclaba con casi, casi, nieve — cayendo suavemente y derritiéndose por las callejuelas oscuras, y creando un pie y medio de barro.

Barro frío, resbaladizo, y maloliente — por todos los desechos del día.

Vayamos a una de las callejuelas más angostas del monte Aventino, donde nada bueno podía pasar a esa hora de la noche.

Dos pandillas acababan de darse a cuchillos y machetes, y si hubo alguien que los oyó a esa hora, por alguna ventana, pues estoy seguro que se apresuró en ver si esa ventanilla estaba bien cerrada, como para no atraer más miseria a sí mismo.

Al final del breve encuentro, el jefe de una de las pandillas, se agachó por encima de una de sus víctimas — cuchillo en mano.

Dos de sus acómplices sostenían al último sobreviviente de ese grupo.

Lo mantenían de rodillas, y el hombre sangraba profusamente.

—”De dónde oíste tal cosa?” le preguntó el pandillero, acariciándole el cuello con su navaja.

—”Una — una — una de las matronas lo predijo,” lloriqueaba el hombre de rodillas.

—”Y que hace un perro como tú en nuestro vecindario? No eres tú uno de esos que andan lamiendo traseros de patricios, todo el día, el el Capitolino?”

—”No — no,” intentó protestar el desdichado. “Soy un esclavo. Estaba pasando un mensaje…”

—”Un mensaje de los Postumios.”

El hombre de rodillas movió la cabeza — como un sí.

—”Al sótano con él,” dijo el jefe, en voz muy quieta. “Vamos a ver qué es eso de la profecía.”

El hombre fue arrastrado a otra callejuela, aún más angosta que la primera, y todos desparecieron en la oscuridad.

Dos minutos más tarde — solamente el ruido de constante llovizna permanecía.

Al día siguiente, Aulo Postumio Albino recibió un mensaje de uno de sus clientes, informándole que el dinero que su hijo — Lucio Postumio Albino, había enviado a senadores varios, estaba a salvo.

En otras palabras, líderes de tres de las cinco o seis facciones que prevalecían en el Senado de Roma en aquellos tiempos, recibieron sus partes — y el voto de mañana estaba prácticamente garantizado.

El viejo Flamen respiró con alivio, mirando por encima del jardín de su domicilio.

El gris del cielo.

La llovizna no paró por dos días enteros.

Así es — pensó el viejo.

Mañana a esta hora, su hijo sería Cónsul de Roma, por primera vez.

[…]

 

Episodio 35 – Alejandro de Epiro

Alejandro I del Epiro cruza el Adriático, en ayuda de colonias griegas. Allí lucha en contra de Samnitas y otros pueblos, y luego muere en una batalla en contra de las ciudades que vino a rescatar.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 35 — Alejandro de Epiro.

La semana pasada quedamos con hilos pendientes de cinco eventos diferentes, los cuales veremos en este episodio.

Ellos son.

UNO – Nuestro reporte semanal de Ostia, traído por nuestro fiel esclavo, que se pasa días enteros en los muelles y mercados de la ciudad portuaria. De esta manera sabremos que anda pasando en Grecia, ya que estamos en los tiempos de Alejandro Magno, y esos eventos son demasiado importantes como para esperar nuestro Episodio del Estado de la Unión.

DOS – Las tácticas de la falanges, tales como fueron importadas desde Grecia, en tiempos del rey romano Servio Tulio. La semana pasada hizo el error de decir que las falanges fueron introducidas por, primeramente — Rómulo, y luego — por Servio Tulio, y eso no es correcto. En tiempos de Rómulo, Roma peleaba utilizando un sistema de un líder fuerte y una lucha mano a mano, hombre a hombre, sin ningún tipo de falanges.

TRES — La continuación de la situación entre Roma y los pueblos Latinos, después de que el Senado rechazó lo que los Latinos le pedían a Roma.

CUATRO — La continuación de nuestra saga familiar, ahora que sabemos dónde andan Marco, el hijo de Espurio, y el nieto de Marcia.

Y CINCO – La parte donde Alejandro de Epiro, el tío de dos sobrinos famosos, llega a Italia, hace lo suyo, y termina muriendo en Italia.

Empezamos ya.

Estamos entre los años 340 y 339 antes de Cristo.

Noticias desde Ostia.

Esta vez nuestro esclavo recibía más noticias desde el sur, es decir, desde Sicilia.

Resulta que en un gran esfuerzo para recuperar pérdidas anteriores, Cartago envió un enorme ejército en contra de Siracusa, bajo el mando de does de sus geniales, llamados Asdrúbal y Amílcar. Según Plutarco, la fuerza constaba de 70 000 hombres, pero — personalmente, no creo ni por un minuto que los Cartaginenses evitarían tanta gente a una misión que no tenia ningún tipo de sello de garantía de victoria.

Así es — sin duda, estas cifras son exageradas.

Lo que si tenían, eran muchos carros de guerra.

Del otro lado del campo de batalla, un tal Timoleón comandaba sólo 5,000 hombres de infantería y 1,000 de caballería.

Creen esas cifras?

Así es — yo tampoco.

Otros autores calculan estas cifras más bien en torno a 12,000 hombres.

Timoleón fue capaz de sorprender a los cartagineses cuando cruzaban un rio llamado Crimiso.

Enviaron a la caballería contra las fuerzas de Cartago para desordenar sus filas, y para prevenir que los cartagineses formaran un frente de batalla, del otro lado del río.

Y como por obra de un milagro, justo cuando la infantería griega atacó, estalló una tormenta y el viento sopló de cara a los cartagineses, que empezaron a tener más dificultad para luchar.

Mientras los ejércitos estaban trabados en la lucha, la caballería griega cargó contra el flanco púnico.

El ejército cartaginés rompió filas, y una legión llamada la Legión sagrada fue la última en caer, luchando, según las fuentes, “con bravura hasta el último hombre.”

Los cartagineses fueron derrotados, y Timoleón capturó su campo de provisiones, apropiándose de un importantísimo botín.

Las bajas griegas no debieron de ser muchas, pero las bajas púnicas — según las cifras de Plutarco (que personalmente creo son bastante fiables), eran unos 5,000 muertos,  y unos 3,000 prisioneros.

Y aquí quisiera insertar un par de palabras acerca de la tal llamada Legión Sagrada de Cartago.

[…]