Episodio 39 – Estado de la Unión – 320 AC

Un vistazo del mundo alrededor de Roma, a tres años de la muerte de Alejandro Magno, y en medio de las dos derrotas mas aplastantes de la Gran Guerra Samnita.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 39 — Estado de la Unión – 320 AC.

Este es nuestro tercer Episodio del Estado de la Unión, y tal como lo dije en nuestro episodio 13, en este momento ya tenemos muchas de las normas, estilos, y otros precedentes bien establecidos para este tipo de eventos.

Nos encontramos en el año 320 AC, justo después de la vergonzosa derrota de las legiones de Roma, en las ya famosas Horcas Caudinas.

Así que durante este episodio vamos a dividir nuestro tiempo en tres secciones, a saber.

UNO — Vamos a ver qué le pasó a esas tropas en camino a Roma, y cuales fueron los siguientes eventos antes del cierre el ese año.

DOS — Vamos a dar nuestro típico vuelo de águila alrededor del mundo de Roma, tal como lo hicimos en nuestros episodios 13 y 26.

Y TRES — Vamos a hacer un rápido repaso de la gente que gobernó los destinos de Roma, entre los años 390 y 320 antes de Cristo, igual como lo hicimos la última vez.

Y como siempre, durante este episodio no tenemos nuestro segmento de la Palabra de la Semana, así que eso va a quedar para nuestro episodio que viene.

Bueno. Empezamos ya!

Cuando las tropas romanas se fueron caminado de las Horcas, ellos utilizaron el camino que pasaba cerca de Capua, pero — tal como lo dije durante nuestro episodio pasado, a nadie se le ocurrió ir a Capua, y pedirles ayuda a la gente de Capua.

Era demasiada vergüenza, y los romanos no sabían como los recibirían porque la gente de Capua — bueno… digamos que no eran muy famosos por su hospitalidad y honestidad.

Pero cuando noticias de lo que pasó llegaron a Capua, la gente de la ciudad salió de la ciudad, a buscarlos.

Trajeron comida, agua, ropas, y hasta armas, para que los soldados se sintieran más en su propio elemento. El ejército de Capua — que no estaba compuesto de romanos, hasta les obsequió su propio estandarte, o escudo de armas, para que puedan caminar hacia Roma con la frente bien alta.

Pero, según algunos historiadores, todos estos actos de bondad no lograron apaciguar la vergüenza que los romanos sentían, y al día siguiente los nobles de Capua acompañaron a los romanos hasta el camino a Roma.

Uno de los nobles más distinguidos de Capua, un hombre llamado Ofilio Calavio hasta los acompañó hasta el mismo Senado de Roma, donde utilizó su influencia para dirigirse al Senado romano, una vez que los senadores se habían reunido para recibir el reporte de la derrota.

Oiremos mucho más de la familia de los Calavios durante nuestro podcast, porque uno de los descendientes de Ofilio Calavio fue el responsable del incendio de Roma en el año 211 antes de Cristo.

Pero, como ven, estamos lejos de eso, aún.

Este señor Ofilio dijo lo siguiente, cuando los senadores abrieron su sesión para oír lo que pasó en las Horcas Caudinas.

“La verdad está muy lejos de lo que parece.

Ese silencio obstinado, esos ojos fijos en el suelo, esos oídos sordos a toda consolación, esa vergüenza, esa manera de esconderse de la luz, son todas las indicaciones de un resentimiento terrible que fermenta en sus corazones de los legionarios que pasaron por ese evento.

Habrá venganza.

O yo no sé nada del carácter romano, o el silencio que ven aquí, pronto será causa de gritos y gemidos samnitas de angustia.

Recuerden mis palabras, o Senadores!

El recuerdo de la capitulación de las Horcas Caudinas será mucho más amargo para los samnitas, que para los romanos.

Pero Roma seguía sintiendo vergüenza. Hasta los senadores mismos se negaron a tratar leyes y edictos, de la forma habitual, y solamente se reunían cuando las circunstancias verdaderamente los obligaban a eso.

El año siguiente, es decir, nuestro año 320 AC, el senado falló dos veces en la elección de los Cónsules para ese año.

Primero eligieron a dos Cónsules que fueron proclamados mal elegidos por los arúspices de Roma, y luego eligieron a otros dos hombres que se encontraron en la meta — políticamente hablando, de mucha gente poderosa en Roma.

Hasta hubo un interregno, entre estos segundos dos hombres, y la tercera elección, pero cuando a final el Senado eligió a Publilio Filo, y a Papiro Cursor — este último por segunda vez, todo el mundo estuvo de acuerdo.

Roma, en ese momento, no tenía a nadie que fuese mejor.

Durante la primera asamblea de los senadores bajo el mando de Publilio, este inmediatamente mandó a llamar a Espurio Postumio, para que hable de los eventos.

Según anotaciones históricas, Espurio Postumio dijo mas o menos esto:

“Cónsules, estoy muy consciente de que he sido llamado a hablar en primer lugar, no porque soy el primero en honor, sino porque soy el principal en desgracia y no tengo la posición de un senador, sino de un hombre en su juicio que tiene que cumplir con el cargo, no sólo de una guerra fracasada, sino también de una paz humillante.

Ya que, sin embargo, usted no ha introducido la cuestión de nuestra culpa o el castigo, no voy a entrar en una defensa de mi mismo aquí.

Diré en pocas palabras lo que pienso acerca de la pregunta que tenemos ante nosotros, y vosotros podréis juzgarme y a mis legiones.

Esta promesa que tuvimos que hacer frente a los Samnitas, sin embargo, no fue hecha por la orden del pueblo romano, y por lo tanto el pueblo romano no está atado por ella, ni es nada debido al Samnitas bajo sus términos más allá de nuestras propias personas.

Seamos entregados a los sacerdotes fetiales, despojados y atados; liberemos a la gente de sus obligaciones religiosas si es que las hemos involucrado en alguna, de tal modo que  podamos reanudar la guerra en contra de Samnia sin infringir leyes divinas y juramentos dados.

Yo, Espurio Postumio Albino y mi co-comandante Tito Venturio Calvino, estamos dispuestos a dar nuestras cabezas por haber aceptado pasar bajo el yugo, encadenados y desnudos.

Y que sea de acuerdo con vuestra voluntad, que las legiones de Roma — bajo dos Cónsules frescos, marchen en contra de los Samnitas! Estas son mis palabras.”

El senado de derritió con el speech de Postumio, y lejos de castigarlos, le aplaudieron de pié.

Pero, un Tribuno plebeyo llamado Lucio Livio — no creo que haya tenido parentesco alguno con Tito Livio, no estaba de acuerdo con las palabras de Postumio.

Él decía que el pueblo de Roma no se vería liberado del juramento dado por las legiones de Roma en las Horcas Caudinas, a menos que los Samnitas fuesen puestos otra vez, en la misma posición ventajosa que tenían cuando habían atrapado a los soldados.

Tambien decía que el pueblo de Roma no estaba ligado a esos juramentos, porque los Samnitas mismos no pudieron aprovecharlas.

¿Por qué los Samnitas, en su infinita astucia y en la ventaja del momento, no obligaron a Postumio y a Venturio a que Roma enviase sacerdotes fetiales, y que estos sacerdotes ratifiquen la rendición de Roma misma?

Y digo, de toda Roma.

A esto, Postumio respondió:

[…]

Episodio 36 – Bajo la Sombra del Vesubio

Los romanos contra los latinos. Una batalla que se llevó a cabo en las colinas del volcán Vesubio, en Campania. Una batalla que se llevó a nuestro conocido Decio Mus – si, ese que se había ganado la corona gramínea años atrás.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 36 — Bajo la Sombra del Vesubio.

— “¡Serpiente!”

— “¡Tú eres la serpiente!”

— “¡Cobarde!”

— “Te enseñaré quién es el cobarde aquí!”

— “A que no te animas!”

Cuando Decio quiso dar un paso hacia adelante, corazón latiendo como un tambor, chocó contra el piso de tierra seca bajo su cama. Dolorido y gritando un insulto, el Cónsul despertó de su sueño.

En ese sueño, el volcán mismo le hablaba a Decio, expulsando miles de serpientes de fuego, y amenazando al ejército romano.

— “Uno de los dos morirá antes de la puesta del sol,” eran las palabras del volcán que aun bailaban en la cabeza de Decio, cuando éste le contó el sueño a Manlio Torcuato.

Normalmente, Torcuato siempre prestaba profunda atención a los sueños de su co-comandante, porque eso era algo que los romanos tomaban muy en serio.

Pero esta vez, Torcuato, no respondía.

Boquiabierto, y mirando a Decio en terror, a Torcuato no le salían palabras.

— “Qué te pasa,” preguntó Decio. “Un volcán escupiendo serpientes no es algo demasiado fuera do lo común, en un sueño…”

— “Decio. Yo también soñé que el volcán me llamó cobarde!”

— “¿Cómo?”

— “Te pregunto. El volcán te dijo que uno de los dos… uno de nosotros…”

— “Por Jupiter, y por Marte, y todos los dioses del inframundo” exclamó Decio, arrojando su copa al piso. Ya no tenía apetito.

Resulta que ambos — Manlio Torcuato y Decio Mus, tuvieron el mismo sueño, esa noche.

Y en ese sueño, los dioses les habían dicho que uno de los dos Cónsules debía sacrificarse en batalla, si Roma iba a ganar.

Para decirlo con un poco más de claridad, y según el relato de Tito Livio, en el sueño que ambos líderes tuvieron, uno de los dos flancos del ejército iba a quebrarse durante la batalla, y si el comandante de ese flanco iba a sacrificarse junto a sus soldados, el otro flanco — es decir, la otra mitad de las fuerzas de Roma saldrían victoriosas de la lucha.

Si siquiera dudarlo por un minuto, entre Manlio Torcuato y Decio Mus decidieron que el flanco que se quiebre primero bajo la presión de la lucha, tanto su comandante como el ejército mismo tendrá que sacrificarse, y lanzarse al enemigo en una misión suicida, como para permitirle al otro lado vencer.

Ya. El plan estaba formado.

Los oficiales que estaban alrededor de los dos líderes, temblaban de miedo cuando Torcuato se puso de pie, desayuno terminado.

En realidad, con cada día que pasaba, el campo romano entero odiaba y temía a Torcuato más y más, y eso se debía a lo que había pasado cuatro días antes, en las afueras del campo romano, cuando uno de los hijos de Torcuato volvió de una patrulla alrededor del campo militar.

Les cuento lo que pasó, pero antes de eso quisiera recordarles de nuestro último episodio, donde les conté que una de las ordenes del campo romano era que estaba totalmente prohibido entrar en cualquier forma de combate, o duelo, con el enemigo.

Torcuato mismo había dado esa orden, y el castigo por desobedecerla era pena de muerte, sin apelación, sin excepción, y sin demora.

Resulta que ese hijo de Torcuato, también llamado Manlio se encontró con un contingente de los Latinos, a menos de una hora a caballo, del campo mismo.

Cuando las dos patrullas se reconocieron, y mientras se medían a la distancia, uno de los Latinos, proveniente de Tusculum, y según Tito Livio, llamado Metio Geminio, se puso a gritarles a los romanos.

Metio Geminio desafiaba a cualquiera de los romanos a una lucha mano a mano. Los romanos simplemente seguían cabalgando de flanco, no dándoles la espalda a los Latinos, pero tampoco dándoles el frente.

Como al minuto, ese Latino reconoció que Manlio era el más destacado dentro del grupo de los romanos, y comenzó con insultos personales en contra del muchacho.

Entre otras cosas, el Latino le gritó uno de los insultos más comunes en esa época en el mundo militar, entre Romanos y Latinos; y ese insulto era una referencia a la habilidades femeninas del hijo de Manlio Torcuato.

El joven Manlio recordaba las órdenes dadas por su padre, pero los insultos continuaban.

— “¡Serpiente!”

— “¡Tú eres la serpiente!”

— “¡Cobarde!”

— “Te enseñaré quién es el cobarde aquí!”

— “A que no te animas!”

Lo que sucedió a continuación, fue el resultado de la destreza militar del joven Manlio, a pesar de que el hombre de Tusculum era mucho más alto y mucho más fuerte que el romano.

En menos de lo se necesita en subir las escalinatas al Monte Capitolino desde el foro, Manlio mató y degolló a Metio Geminio, y luego decidió llevar la cabeza del Latino como su recompensa del enfrentamiento.

Con la cabeza del Latino ya no insultando a nadie, las dos patrullas decidieron seguir sus caminos, y al rato, la patrulla volvió al campo romano.

— “¡Padre!”

Manlio agitaba la cabeza del Latino en la punta de su lanza, rodeado de gritos, risas, y aplausos de la patrulla, y de los soldados en el campo, a medida que estos se iban dando cuenta de lo que había pasado.

Pero el padre del joven no veía ese trofeo como causa de risas, sino como causa de una desobediencia que necesitaba ser corregida.

Y el viejo Manlio Torcuato decidió corregir esa desobediencia.

El joven Manlio fue arrestado frente a su propios hombres, y en frente al ejército entero, y luego fue atado a un poste por lictores, por ordenes directas del Cónsul romano.

Sin siquiera mover un músculo de la cara, Torcuato les ordenó a los lictores a castigar al su hijo, primero con las varas, y luego con el hacha.

Así es.

Una hora más tarde, el joven Manlio fue decapitado públicamente frente a las tropas del campo romano por la transgresión, y desde ese día el ejercito romano, aborrecía y temía al Cónsul romano.

Como un comentario personal, veremos que el flanco de Manlio Torcuato peleó en la próxima batalla con tanta más disciplina, y con tanto más furor, que a veces me pregunto si eso no era por el temor infundido por el viejo Torcuato, después de ver como el viejo decidió ejecutar a su propio hijo.

Ahora, volvamos a la batalla que estaba a punto de empezar, y para eso, comenzamos así.

[…]

Episodio 30 – Las Montañas Samnitas

Roma se enfrenta a los Samnitas cuando estos atacan a la ciudad de Capua. Introducimos a Marco Valerio Corvo, Aulo Cornelio Coso, y a Publio Decio Mus. También, Marcia visita Roma.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 30 — Las Montañas Samnitas.

El famoso poeta romano Virgilio a veces escribía tres oraciones en un día entero, y luego las borraba, no contento con su trabajo. Esto fue lo que un día escribió en su obra llamada La Eneida.

Recuerda, Romano, que es para ti gobernar a las naciones. Esta será tu tarea, imponer los caminos de la paz, perdonar a los vencidos, y domar a los orgullosos de la guerra.

Estoy casi seguro que el día que escribió esto, no se sentía mal por lo que logró.

En los próximos cien años veremos como Roma se convertirá, de un centro regional, al poder indiscutido de la península Itálica.

Hace menos de 40 años, todo el mundo se unió a darle patadas a Roma, pensando que los Senones de Breno la dejaron moribunda.

Pero pronto, ninguna tribu el Italia le causará amenazas a los Romanos, y cuando lo vuelvan a hacer en unos 150 años, no será para desafiar el poder de Roma, si no para ser incluidos como ciudadanos de Roma.

Pero, por supuesto, aún no estamos allí, así que vamos paso a paso.

En esta época, Roma estaba preocupada con galos.

Y no estoy hablando de los galos Senones, si no de galos en general.

En la consciencia común de los Romanos, la idea de los galos se había metido muy profundamente, y cada vez que noticias surgían de galos andando perdidos por los Apeninos o por las llanuras de Italia Central, Roma nombraba a un dictador.

La preocupación por los galos fue tan importante en Roma que el Senado decidió enviar mensajeros especiales hacia las montañas al este de Roma, y ponerse en contacto con una de las tribus que vivía en esa zona.

Los Samnitas.