Episodio 83 – Quinto Fabio Cunctator

Los comienzos de un personaje que nos acompañará en el podcast por 20 episodios. Quinto Fabio Verrucoso Cunctator. Augur. Cónsul. Dictador. Censor. Leyenda.


[spreaker type=player resource=”episode_id=27406405″ width=”90%” height=”80px” theme=”dark” playlist=”false” playlist-continuous=”false” autoplay=”false” live-autoplay=”false” chapters-image=”true” episode-image-position=”left” hide-logo=”true” hide-likes=”true” hide-comments=”true” hide-sharing=”true” hide-download=”true”]


Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 83 – Quinto Fabio Cunctator.

Antes de establecernos confortablemente en nuestro presente, es decir, a finales del año 235, tenemos que volver por un minuto al nuestro Episodio 79 — Roma 1 – Cartago 0.

La razón?

Porque — yo, en aquel episodio les había dicho que en nuestro futuro Episodio 82 íbamos a hablar de los Postumios.

Por qué hice eso?

Bueno, porque allá en nuestro Episodio 79, estábamos en el año 244 AC, y uno de nuestros Cónsules are un tal Postumio Albino.

Aulo Postumio Albino, para ser más concretos.

Y se acuerdan que yo les había dicho que ese Postumio quería ir a pelear a Sicilia, y que Lucio Metelo, el Pontífice Máximo de Roma no le dejó salir de Roma?

Claro, la razón era que ese Aulo Postumio era uno de los Flamen en Roma — es decir, uno de esos sacerdotes especiales que no podían salir del pomerio. Como Flamen del dios Marte, él sí podía ser elegido al puesto de Cónsul, pero no podía ir a pelear afuera de la ciudad, y mucho menos a Sicilia.

La razón por la que yo les había dicho que íbamos a ver de los Postumios en el Episodio 82 era porque yo pensaba que ya llegaríamos al 234 AC, pero — obviamente, todavía estamos en el 235.

Así que, de los Postumios vamos a ver hoy. Mejor dicho, en dos minutos más, porque el hijo de aquel hombre que no pudo salir de Roma a pelear, pues — será elegido Cónsul este año.

Su nombre?

Lucio Postumio Albino.

Ahora, veamos algo que — si bien es imaginación en este podcast, bien pudo haber sucedido, y vayamos a la última semana del año viejo, es decir — el 235 AC.

En otras palabras, estaríamos a — más o menos — una semana de las elecciones consulares en el Senado de Roma, y también estaríamos en el medio del invierno romano.

Esa también era la semana después de las Saturnalias (que aún no estaban muy, muy en apogeo), pero también es la semana después del solsticio de invierno.

Pero lo más importante es que esa TAMBIÉN era la semana cuando mucho ajetreo sucedía con el tema de elegir a Cónsules romanos, y muchas, muchas veces, dinero — así es — dinero, oro, propiedades y tratados, pasaba de una mano a otra, a medida que los poderosos de Roma hacían tratos — legítimos o ilegítimos, por debajo de la mesa.

En el medio de la noche, llovizna se mezclaba con casi, casi, nieve — cayendo suavemente y derritiéndose por las callejuelas oscuras, y creando un pie y medio de barro.

Barro frío, resbaladizo, y maloliente — por todos los desechos del día.

Vayamos a una de las callejuelas más angostas del monte Aventino, donde nada bueno podía pasar a esa hora de la noche.

Dos pandillas acababan de darse a cuchillos y machetes, y si hubo alguien que los oyó a esa hora, por alguna ventana, pues estoy seguro que se apresuró en ver si esa ventanilla estaba bien cerrada, como para no atraer más miseria a sí mismo.

Al final del breve encuentro, el jefe de una de las pandillas, se agachó por encima de una de sus víctimas — cuchillo en mano.

Dos de sus acómplices sostenían al último sobreviviente de ese grupo.

Lo mantenían de rodillas, y el hombre sangraba profusamente.

—”De dónde oíste tal cosa?” le preguntó el pandillero, acariciándole el cuello con su navaja.

—”Una — una — una de las matronas lo predijo,” lloriqueaba el hombre de rodillas.

—”Y que hace un perro como tú en nuestro vecindario? No eres tú uno de esos que andan lamiendo traseros de patricios, todo el día, el el Capitolino?”

—”No — no,” intentó protestar el desdichado. “Soy un esclavo. Estaba pasando un mensaje…”

—”Un mensaje de los Postumios.”

El hombre de rodillas movió la cabeza — como un sí.

—”Al sótano con él,” dijo el jefe, en voz muy quieta. “Vamos a ver qué es eso de la profecía.”

El hombre fue arrastrado a otra callejuela, aún más angosta que la primera, y todos desparecieron en la oscuridad.

Dos minutos más tarde — solamente el ruido de constante llovizna permanecía.

Al día siguiente, Aulo Postumio Albino recibió un mensaje de uno de sus clientes, informándole que el dinero que su hijo — Lucio Postumio Albino, había enviado a senadores varios, estaba a salvo.

En otras palabras, líderes de tres de las cinco o seis facciones que prevalecían en el Senado de Roma en aquellos tiempos, recibieron sus partes — y el voto de mañana estaba prácticamente garantizado.

El viejo Flamen respiró con alivio, mirando por encima del jardín de su domicilio.

El gris del cielo.

La llovizna no paró por dos días enteros.

Así es — pensó el viejo.

Mañana a esta hora, su hijo sería Cónsul de Roma, por primera vez.

[…]

 

Episodio 24 – Marco Furio Camilo

Cinco veces dictador. Cuatro veces Tribuno Militar. Tres triunfos en Roma. Entonces, por qué lo echaron de Roma?


[spreaker type=player resource=”episode_id=12717916″ width=”90%” height=”80px” theme=”dark” playlist=”false” playlist-continuous=”false” autoplay=”false” live-autoplay=”false” chapters-image=”true” episode-image-position=”left” hide-logo=”true” hide-likes=”true” hide-comments=”true” hide-sharing=”true” hide-download=”true”]


Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 24 — Marco Furio Camilo.

“Padre.”

Si bien la voz de Lucio era firme y bien oíble, el viejo Marco no movió ni un solo músculo, postrado en su cama. Lucio volvió a intentarlo, poniendo una mano sobre el hombro del anciano, muy suavemente, pues temía causarle dolor con su toque.

“¡Padre Marco!”

Levemente, Marco abrió sus ojos, y una sonrisa apareció en su rostro.

“¿Has vencido, hijo?”

“Si, Padre,” respondió Lucio, orgullosamente. “Los destruimos por completo, Padre. Y te he traído esto.”

Lucio levantó unos pergaminos a la altura de los ojos de su padre, para que este las pudiera ver. Sin esperar que el viejo preguntara, Lucio le explicó que los pergaminos eran planos de máquinas para estirar cuero, tales como ellos jamás lo habían visto.

Los etruscos, resultaba ser, eran mucho más avanzados tecnológicamente hablando, que los romanos, y parte del botín de guerra eran de inmenso valor para los ingenieros romanos.

Desde cómo hacer arcos de punta triple, para las salidas de agua sucia al rio Tiber, hasta como izar velas de barcos con la fuerza de un solo hombre, casi todo en Veyes era totalmente nuevo para los ingenieros de Roma de aquellos tiempos.

“¡Padre!  Esta máquina hasta podrá estirar cuero de renos,” exclamó Lucio, entusiasmado. El taller de escudos no dará abasto, se imaginaba el joven.

“Ah, los renos,” respondió el viejo. “No habrá renos en unos años más, hijo. Ya verás…”

Y el viejo tenía razón. En menos de dos generaciones el clima comenzó a volver a temperaturas como las que regían antes en Roma.

Renos, leones alpinos, y los largos inviernos comenzaron a desaparecer de Roma.

Nunca más el rio Tiber se volvió a congelar.

Cabe añadir aquí que leones alpinos eran las flores que hoy conocemos como el Edelweiss, y no estoy hablando de los felinos africanos. Leones, como tales, habían desaparecido de Italia—y casi toda Europa, ya hace más de mil años, y ahora las flores, llamadas leontopodium alpinum, o leones alpinos, desaparecían de las cercanías de Roma.

“Cuéntame, hijo. Con toda esa ciencia, como lograron entrar a Veyes?”

“Si, Padre. Fue por la obra de los dioses mismos, Padre. Yo fui el noveno hombre en pisar el suelo de Veyes. Y para sorpresa de todos, entramos en el mismísimo templo de Juno, Padre. Para cuando yo salí del túnel que el dictador mandó hacer, solo quedaban dos o tres sacerdotes vivos.”

Lucio le contó a su padre como los romanos habían excavado un túnel para entrar a la ciudad, y como, luego de la caída de Veyes, el ejército se llevó la estatua de Juno misma, a Roma.

“Y eso, Padre, fue porque los dioses mismos apaciguaron las aguas del lago Alba. Y gracias al ingenio del dictador,” añadió Lucio.

Cuando Lucio decía “el dictador,” por supuesto que se refería a Marco Furio Camilo.

“No creas en todo lo que oyes, hijo,” suspiró el viejo. “He oído otras versiones, y no fueron los dioses. Tampoco fue porque un sacerdote etrusco fue capturado por los romanos, hijo.”

“Pero, Padre… Los senadores mandaron gente a Delphi, y cuando…”

“¿Delphi? ¡Ja! No me hagas reír, hijo, y no te comportes como un idiota de once años frente a mis ojos,” el viejo casi explotó, y vigor parecía volver a su rostro.

“Esas historias son para gente que no sabe distinguir entre un ganso sagrado y una gallina común. Y si me cuentas eso porque piensas que se me fue el cerebro, estas cometiendo un pecado, Lucio. Y tampoco me digas cosas lindas de ese hijo de una serpiente, Camilo. Camilo es un Patricio. Y un Patricio jamás ayuda a un plebeyo. Punto y aparte. Igual que Cincinato.”

Silencio.

El viejo Marco solo llamaba a su hijo por su nombre cuando estaba verdaderamente enojado.

Lucio, sorprendido, se calló la boca, y profundamente dentro de sí mismo, se preguntaba cómo era que Padre sabía todo eso. Al parecer el joven había subestimado el razonamiento y el espíritu de su anciano padre.

[…]

Episodio 20 – Lucio Quincio Cincinato

En este episodio terminamos con la tortura de los hombres que crearon aquellas Doce Tablas, y vemos la vida y muerte de un personaje único en la historia de Roma: Cincinato. Tan único que los americanos compararon a George Washington con él.


[spreaker type=player resource=”episode_id=12515212″ width=”90%” height=”80px” theme=”dark” playlist=”false” playlist-continuous=”false” autoplay=”false” live-autoplay=”false” chapters-image=”true” episode-image-position=”left” hide-logo=”true” hide-likes=”true” hide-comments=”true” hide-sharing=”true” hide-download=”true”]


Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel desde Dalian, Sur de Manchuria, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 20 — Lucio Quincio Cincinato.

“¡Marcia! Cuando padre te dijo lo que le pasó a tu mamá, ¿te dijo lo que un tal Apio Claudio hizo?”

“¿A mamá?”

“No, no a mamá. No le hizo nada a mamá, personalmente. Sino en general, en Roma.”

Marcia y Tía Julia se quedaron hablando hasta tarde esa noche, algo muy inusual en Roma antigua, donde la gente—especialmente los plebeyos, se iban a dormir antes de la puesta del sol, y se levantaban antes de la salida del sol.

Tía Julia le contó la historia de los malvados decenviros, esos diez hombres elegidos por el Senado, y como se entre ellos se pusieron de acuerdo a no devolver el poder al Senado de Roma, después del plazo vencido de un año.

En realidad, Roma necesitó de dos años para que esas tablas fuesen escritas y pulidas, porque cada pedacito de esas leyes era suficiente razón para que los Patricios, especialmente los Patricios viejos, se juntaran en los foros y discutieran ese pedacito de ley.

Y así, artículo por artículo.

Para cuando sí terminaron de escribir las Doce Tablas, y antes de que los plebeyos se dieron cuenta del truco metido dentro de la Tabla Once que mencionamos en el episodio pasado, Apio Claudio—el principal de estos diez decenviros, ya se había embriagado tanto del poder que ostentaba, que ni pensaba devolvérselo al Senado.

Además, ese mismo Apio Claudio, un buen día, mientras estaba caminando por las calles entre el Palatino y el Capitolino, vió a una muchacha trayendo agua de una fontana pública. Sin dudarlo por un minuto, Apio la siguió de cierta distancia, y así se hizo de la dirección de la muchacha.

Se juró que la tendría, pero pronto de enteró que la muchacha—si bien de origen plebeyo, no era una esclava, sino que provenía de una familia bien destacada de Roma.

Tambien se enteró tanto el hermano mayor de la muchacha, como el padre habían sido distinguidos con medallas de honores durante las recientes batallas, defendiendo a Roma.

Al parecer, eso no le hizo cambiar de idea, y Apio decretó que la muchacha era una esclava escapada.

“Marcia, tienes que saber que antes de que las tablas aparecieran en Roma, si una muchacha era acusada de ser una esclava, primero la arrastraban al palacio para interrogarla, y luego la mantenían en prisión por un mes.”

Marcia sintió que la respiración se le quebraba. Finalmente se atrevió a preguntar.

“¿Y durante ese mes…?”

“Marcia, ni pienses en eso.”

“¡Apsit!” Marcia se contenía el rostro con ambas manos en horror.

“Si, querida. Apsit, y que dios Esculapio, el dios de la medicina, lo castigue.”

Música para la PALABRA DE LA SEMANA

Y este es el mejor momento de dar un salto a la palabra de la semana. La semana pasada tuvimos la palabra APSIT.

Apsit es una interjección, algo que la gente dice sin siquiera pensarlo. Hoy en día, tenemos cientos—si es que no miles, de interjecciones dependiendo de la situación. Algunas de las más conocidas en castellano serian “Dios Mío,” o “a la—con tres puntos suspensivos,” donde la persona agrega cualquier otra palabra en lugar de los puntos suspensivos.

Por supuesto que yo podría agregar aquí un montón de ejemplos, y hasta hacer un recuento cuales palabras son más usadas por los hispanoparlantes de Miami, o en Argentina, o en España, o en Méjico, pero eso violaría las reglas de lenguaje apto para todas edades de este podcast, así que lo voy a dejar con los tres puntos suspensivos, ¡y ya!

En ingles, la interjección mundialmente más conocida que sería un buen equivalente de lo que nuestra Marcia siente, seria obviamente “Oh My God,” la cual se ha difundido tanto por el mundo gracias al internet y a la globalización del planeta, que no necesita traducción alguna. Hasta los chinos entienden “Oh my God.”

Las letras O-M-G son igualmente famosas en el mundo entero, tal vez ubicadas en el segundo puesto, después del súper-famoso L-O-L.

Pero bueno, volviendo a “APSIT” y al verdadero significado de esa palabra—o frase en Latin, lo que apsit realmente significaba era algo como “que Dios no permita algo así de suceder,” o “que Dios prohíba esto.”

Y ahora, vamos a la Palabra de la Semana de esta semana. La Palabra de la Semana de esta semana es…

¡No, no, no, no, no! ¡Nada de Latin!

¿Cómo dijo?

Así es. Aquí les tengo que dar una pequeña novedad con el tema de la Palabra de la Semana en Latin!

La semana que viene no vamos a tener LA PALABRA DE LA SEMANA. De hecho, por las siguientes veinte semanas no vamos a tener este segmento de nuestro podcast, y en lugar de esto voy a insertar un PODCAST DE LA SEMANA, donde voy a dedicarme a recomendar a otros podcasts en castellano, y que tambien tienen de que ver con historia antigua, o con la historia de Roma.

Yo ya tengo bien decidido a quien voy a mencionar durante el episodio que viene, y el episodio 22, como es una episodio de Biografía, no tenemos ningún tipo de segmento de este tipo.

Pero, después de eso—o sea, después del episodio 22, y hasta el episodio 40, estoy abierto a recomendaciones de vosotros, mis queridos oyentes.

Si sabéis de algún podcast que trata de historia antigua, y que lo hace en un buen sentido de la palabra, es decir, sin incluir vulgaridades, racismo o palabras obscenas, por favor déjenme un comentario con vuestra recomendación, y yo lo voy a analizar, y me voy a poner en contacto con el dueño de ese podcast.

Luego, lo voy a incluir en mi mención del PODCAST DE LA SEMANA.

Repito, las tres condiciones son:

UNO – Que el podcast trate de historia antigua.

DOS – Que sea apto para cualquier persona. Sin racismo, sin palabras malas, u otras locuras de esa índole.

TRES – Que no sea uno de esos podcasts gigantes, lo que en ingles llamamos un “800 pound gorilla.” Esto simplemente porque prefiero dar a conocer otros podcasts como el mío. Pequeños, humildes, bien diseñados, y con chances de crecer.

Ah, y por supuesto, que el podcast sea en castellano.

En cuanto a este PODCAST DE LA SEMANA, como siempre, podrán ver la recomendación listada en mi sitio web que se encuentra en elcuentoderoma.com, o pueden esperar hasta el episodio que viene, y escuchar a quien decidí mencionar.

Demás está decir, que la persona mencionada lo sabrá de antemano, puesto que me pondré en contacto con esa persona.

He disfrutado enormemente con este podcast hasta aquí, y las comunidades de IVOOX, ITUNES, y estaciones de radios como por ejemplo, La Calavera Podcast de México, y muchas otras me han tratado maravillosamente, en los cuatro meses que llevo haciendo esto.

Y creo que es hora de devolverle a la comunidad, y a mencionar a otros podcasts talentosos—de hecho, más talentosos que yo, aquí en EL CUENTO DE ROMA.

Así que ya saben, desde el episodio 21, y hasta el episodio 40, en vez de la PALABRA DE LA SEMANA, tendremos EL PODCAST DE LA SEMANA.

[…]

Episodio 19 – La Batalla del Monte Álgido

Esta vez no peleamos en contra de latinos. Esta vez, los peligrosos Ecuos le dan lucha a Roma.


[spreaker type=player resource=”episode_id=12467437″ width=”90%” height=”80px” theme=”dark” playlist=”false” playlist-continuous=”false” autoplay=”false” live-autoplay=”false” chapters-image=”true” episode-image-position=”left” hide-logo=”true” hide-likes=”true” hide-comments=”true” hide-sharing=”true” hide-download=”true”]


Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel desde Dalian, Sur de Manchuria, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 19 — La batalla del Monte Álgido.

Así, es—éste es el primer episodio no enviado al aire desde Pekín, China—desde que empecé a grabar este podcast.

Estoy en una ciudad portuaria y balnearia llamada Dalian, que queda en el sur de lo que comúnmente conocemos como Manchuria, y lo que los chinos describen como su “noreste” o DongBei.

Estoy aquí por una semana de vacaciones, y si bien he escrito el episodio en Pekín, y mucho antes de llegar a Dalian, el episodio va al aire mientras me estoy tomando un respiro del agobiante calor del verano de Pekín.

Como una nota al lado, me estoy dando cuenta que hacer un podcast en episodios semanales tambien cumple la función dual de ser una especie de diario personal, para mí.

A medida que mi hija crezca, y a medida que cosas sucedan en mi vida privada, el podcast continua.

Pero a veces esas cosas van a rebalsar y se van a meter dentro de los episodios, como si fuese agua rebalsando de un vaso demasiado lleno, expandiéndose sobre la mesa.

Música para la PALABRA DE LA SEMANA

Vayamos rápidamente a la palabra de la semana. La semana pasada tuvimos la palabra MUNDUS.

Y quiero hacerlo muy rapidito hoy, porque tenemos demasiado material que cubrir hoy, así que la palabra MUNDIS puede significar cinco diferentes adjetivos, y tres diferentes sustantivos en castellano.

Veamos los adjetivos primero.

UNO – lindo, o bello.

DOS – Bien organizado, en el sentido de que algo no está en un estado de caos, o lío.

TRES – Limpio, o puro. Como un ejemplo de pureza: el vino romano, antes de ser aguado.

CUATRO – Elegante.

Y CINCO – Delicado o refinado. En este caso se trata de algo que no es rudimentario, bruto o simple. Una ley podía ser refinada. Un asunto de estado podía ser delicado si el resultado de ese asunto dependía de demasiadas condiciones, las cuales eran difíciles de llevar a cabo.

Ahora, los sustantivos:

UNO – mundo.

DOS – universo.

Y TRES – ornamento o decoración, y aquí nos referimos a una decoración llevada por una mujer.

Bueno, con todos estos significados, finalmente llegamos a la Palabra de la Semana de esta semana.

La Palabra de la Semana de esta semana es APSIT, pero les debo aclarar que apsit es una frase de una sola palabra, más que una palabra en sí.

Entonces: A – P – S – I – T   

Como siempre, puede ver el significado de la palabra ya mismo en mi sitio web que se encuentra en elcuentoderoma.com, o puede esperar hasta el episodio que viene.

[…]

Episodio 18 – Las Doce Tablas

Finalmente, las leyes se pueden leer, tocar y aprender de memoria. Y esto es exactamente lo que tanto analfabetos como abogados hacen en Roma. Se aprenden las doce tablas de leyes romanas.


[spreaker type=player resource=”episode_id=12415180″ width=”90%” height=”80px” theme=”dark” playlist=”false” playlist-continuous=”false” autoplay=”false” live-autoplay=”false” chapters-image=”true” episode-image-position=”left” hide-logo=”true” hide-likes=”true” hide-comments=”true” hide-sharing=”true” hide-download=”true”]


Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 18 — Las Doce Tablas.

La semana pasada vimos como la instalación de un nuevo cargo en la republica de Roma: el Tribuno plebeyo.

Tambien les recordé de un general romano, en mi opinión personal, un general cobarde, llamado Cayo Marcio Coriolano, y vamos a ver los que ese hombre hizo en el año 491 AC.

Pero primero vamos a ver el panorama general de Roma, ahora que Roma venció a los latinos, y ahora que supuestamente Roma no tenía que tener problemas, ya no más.

Bueno, si piensan así, se equivocan. ¡Los problemas de Roma están por empezar!

Como un cuadro muy general, Roma ahora estaba rodeada de tres enemigos.

Los etruscos al norte, con la ciudad de Veyes como su protagonista principal.

Los terribles volscos al sur, y los ecuos al este, donde empiezan las colinas.

La mayor diferencia entre los etruscos y los otros dos enemigos era que los etruscos formaban parte de una civilización propiamente dicha, tal como Roma.

En otras palabras, Roma sabía cómo pelearlos, y sabía cómo hacer la paz después de una guerra, y tambien cómo mantener relaciones comerciales con ellos.

Pero los volscos, y los ecuos, esas eran tribus, que no se adherían a los métodos de Roma.

No peleaban en falanges, no se atenían a contratos escritos, y solo reconocían una fuerza. La fuerza de la espada.

Pronto veremos cómo éstos volscos se convertirán en el peligro más grande de Roma por un largo rato, hasta que los Samnitas (la gente que vivía en la parte más alta de los Apeninos), hagan su aparición dentro de unos cien años.

¡Vaya, los Volscos!

[…]

Episodio 17 – El Conflicto Patricio-plebeyo

Parece un tema nuevo, pero no es nada nuevo para los romanos: sus luchas internas entre clases sociales.


[spreaker type=player resource=”episode_id=12364558″ width=”90%” height=”80px” theme=”dark” playlist=”false” playlist-continuous=”false” autoplay=”false” live-autoplay=”false” chapters-image=”true” episode-image-position=”left” hide-logo=”true” hide-likes=”true” hide-comments=”true” hide-sharing=”true” hide-download=”true”]


Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 17 — El Conflicto Patricio-plebeyo.

La semana pasada vencimos a la Liga de los Latinos, en una batalla que duró más allá del mediodía, y nos hemos quedado con hambre y sin comer.

En parte por superstición, legionarios romanos llevaban dos elementos comestibles consigo a todo momento. Pan y olivas. Tambien llevaban agua, pero durante una batalla, agua sería tanto un desperdicio como una incomodidad, así que las olivas tenían que bastar para darle jugo al pan, y ya.

¿He mencionado ya, que los romanos eran súper supersticiosos? Bueno, en caso que no lo dije, aquí va otra de sus supersticiones:

Los romanos consideraban los números pares de mala suerte, y los números impares de buena suerte. En otras palabras, la mitad de los números de un mes no servían para uno casarse, ofrecer un sacrificio al templo de Júpiter, o para comenzar una batalla, un negocio mayor, un viaje largo, o un romance afuera de la casa de uno.

Pero, bueno, volvamos a nuestra realidad, y al hecho que Roma les ganó a los latinos, y a Tarquinio el Soberbio.

Un año más tarde, Tarquinio se mudará de Clusium, donde el nuevo gobierno después de la muerte de Lars Porsena no simpatizaba ya con sus caprichos. Tarquinio encontró hospedaje en otra localidad etrusca, en la cual vivió un año más, antes de morir. Sin trono, sin mucho dinero, y sin el yerno que fue matado durante la batalla. El nombre de la localidad era Cumae, y Cumae era gobernada por otro déspota llamado Aristodemo.

Y tan pronto como Roma se vió en paz y sin amenazas externas, Roma se vió involucrada en batallas internas.

Todo empezó cuando los legionarios volvieron del campo de batalla y se tenían que enfrentar con las  realidades de sus vidas domésticas. Durante la monarquía, la mayor parte de las batallas que Roma tenia, se desarrollaban en las cercanías de Roma misma, lo que significaba que soldados podían ir a pelear y volver a sus casas en el mismo día.

Esto iba cambiando a medida que las peleas llevaban a Roma más y más lejos de las puertas de su ciudad. Legionarios a veces pasaban le estación entera afuera de Roma, y las granjas, negocios, y talleres sufrían de no tener a nadie quien estaría en cargo de ellas. Demás está decir, que la gran mayoría de estos legionarios eran de origen plebeyo.

Los patricios les ofrecían una solución, pero muchas veces ese remedio era peor que la enfermedad. Para ir en más detalles, Patricios les ofrecían dinero, a ser devuelto cuando los soldados en cuestión pudiesen volver a trabajar en sus granjas o talleres.

Pero por ley, en Roma antigua, cuando una persona no se veía en condiciones de devolver una deuda adquirida en un plazo determinado, esa persona se convertía automáticamente en un servidor del cliente, y en la vida práctica, la distancia entre un servidor y un esclavo no era muy grande.

Obviamente, esclavos residían en los domicilios de sus amos, y esclavos tenían sus días enteros y sus vidas enteras planeadas por sus amos, a veces hasta en los más minuciosos detalles, y este no era el caso de servidores que se convertían como tales por no poder devolver deudas.

El factor más doloroso de toda esta deuda era que en la mayoría de los casos, los soldados se veían en una situación donde la deuda era adquirida durante un tiempo en que ellos servían a la patria, poniendo sus vidas a riesgo.

El otro factor es que esto no era la única cara desagradable de la moneda, puesto que el conflicto en si giraba alrededor de mucho más que solamente las deudas.

Dicho sea de paso, esas deudas se llamaban NEXUM, y en casos extremos, ese nexum le daba derechos al acreedor sobre no solamente el patrimonio del deudor, sino sobre su persona tambien. Así es, en casos contados, el acreedor vendió al deudor como si fuese un esclavo.

Por supuesto que en el mundo de hoy, deudas adquiridas solamente tienen jurisdicción patrimonial sobre una persona, pero en la antigua Roma, cosas eran muy diferentes en esos aspectos.

Cada vez que los plebeyos protestaban en contra de esta ley injusta, la reacción de los Patricios era la misma:

¿Aceptas la deuda? ¡Pagas la deuda!

[…]