Episodio 41 – El Fin de la Gran Guerra

El fin de la Segunda Guerra Samnita, desde la caída de Apulia, hasta la inspección de Samnia por el Cónsul Publio Sempronio, en Samnia misma.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 41 — El Fin de la Gran Guerra.

Estamos en el año 435 de la fundación de la ciudad, lo que equivale al año 319 antes de Cristo.

Día de año nuevo.

Una de las costumbres que los romanos tenían para el primer día del año, era votar por los dos Cónsules para el año en question.

El Senado romano iba a votar.

Mantenga en cuenta, por favor, que todavía estamos utilizando el calendario pre Juliano, es decir que utilizamos el recuento de los meses del año como Rómulo y Numa Pompilio lo habían decidido, y no como Julio César los había ajustado muchos siglos mas tarde.

Pero, sea como sea, los romanos — es decir, los privilegiados en Roma, se dirigían al edificio del Senado para votar por los dos Cónsules nuevos.

Esta vez, los senadores sabían que el voto era muy importante, ya que no solo votaban por los dos Cónsules que iban a vengarse por la humillante derrota de las Horcas Caudinas, sino que tambien iban a cambiar una ley muy importante que no tenía nada que ver con guerra.

Hasta ahora, los Cónsules eran los que tenían el poder de poner o remover a una persona en el Senado romano. Este año, si el voto iba a pasar, ese poder pasaría a ser parte de los poderes de los tal llamados censores.

A aquí quiero destacar seis pequeños detalles de como los senadores votaban, a la ora de promulgar leyes, elegir a senadores nuevos, y demás trivialidades.

UNO — Antes de comenzar una sesión, un senador iba a buscar a uno o dos de los cuatro auspices de Roma, para que este diga si el día era propicio para abrir sesión, y promulgar leyes o no.

En aquel tiempo, Roma poseía cuatro personas con suficiente autoridad para ese tipo de funciones, y un día de estos vamos a hablar de eso en mas profundidad.

DOS — Antes del voto, siempre hubo discursos. Sea un voto importante o no, siempre había un discurso antes de dicho voto.

TRES — A veces esos discursos iban largos… y digo, bien largos, con el propósito de bloquear chances de que el voto se pueda realizar.

El hecho era, que a la puesta del sol, el Senado, por ley, tenia que cerrar la sesión.

Y ese discurso extremadamente largo se hacia a propósito, si alguien se oponía a la promulgación de alguna ley, o la nominación de alguna persona a cierta magistratura.

CUATRO — Después de dar discursos, venía el voto. Al votar por asuntos menores, el voto se hacía levantando la mano, o simplemente diciendo “si” en voz alta. Como el Roma antigua no existían partidos politicos, en el sentido de hoy, generalmente tampoco existían presiones en asuntos menores, de votar de cierta manera.

CINCO — Al votar por asuntos mayores, los senadores se separaban en dos grupos, y tomaban asiento de un lado, o del otro lado de la sala.

Y aquí debo destacar que el senado de Roma no estaba sentado en forma circular, como es representado muchas veces en ilustraciones y gráficos provenientes de la edad media y moderna.

No, el Senado de Roma era — primeramente un edificio muy rectangular, y segundo, no tenia asientos en forma de un circulo, o mesa redonda, o el concilio de seguridad de las Naciones Unidas.

Los asientos de los Senadores eran filas paralelas, de ambos lados de la sala, con un amplio espacio en el medio. Y cuando un voto importante tomaba lugar, bueno — los senadores simplemente se levantaban y se sentaban de uno de los dos lados.

Un lado era SI, el otro lado era NO. Así de simple.

Y SEIS — Después del voto, los auspices tenían que obtener la ratificación de los dioses de una decision hecha por el Senado.

Y créame, esto era tan importante, que muy a menudo un Cónsul tenia que devolver el poder, como a los días de ascender al poder, simplemente porque los augurios de — digamos, el vuelo de alguna águila o alguna lechuza por el cielo de Roma, no era como debía ser.

He mencionado ya, que los romanos sabían ser supersticiosos?

Bueno, ahí tenemos un poco de como los romanos votaban, durante su año nuevo.

Y ahi tenemos que ese año, Lucio Papirio Cursor, y Quinto Aulio Cerretano fueron elegidos Cónsules por el año.

[…]

Episodio 39 – Estado de la Unión – 320 AC

Un vistazo del mundo alrededor de Roma, a tres años de la muerte de Alejandro Magno, y en medio de las dos derrotas mas aplastantes de la Gran Guerra Samnita.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 39 — Estado de la Unión – 320 AC.

Este es nuestro tercer Episodio del Estado de la Unión, y tal como lo dije en nuestro episodio 13, en este momento ya tenemos muchas de las normas, estilos, y otros precedentes bien establecidos para este tipo de eventos.

Nos encontramos en el año 320 AC, justo después de la vergonzosa derrota de las legiones de Roma, en las ya famosas Horcas Caudinas.

Así que durante este episodio vamos a dividir nuestro tiempo en tres secciones, a saber.

UNO — Vamos a ver qué le pasó a esas tropas en camino a Roma, y cuales fueron los siguientes eventos antes del cierre el ese año.

DOS — Vamos a dar nuestro típico vuelo de águila alrededor del mundo de Roma, tal como lo hicimos en nuestros episodios 13 y 26.

Y TRES — Vamos a hacer un rápido repaso de la gente que gobernó los destinos de Roma, entre los años 390 y 320 antes de Cristo, igual como lo hicimos la última vez.

Y como siempre, durante este episodio no tenemos nuestro segmento de la Palabra de la Semana, así que eso va a quedar para nuestro episodio que viene.

Bueno. Empezamos ya!

Cuando las tropas romanas se fueron caminado de las Horcas, ellos utilizaron el camino que pasaba cerca de Capua, pero — tal como lo dije durante nuestro episodio pasado, a nadie se le ocurrió ir a Capua, y pedirles ayuda a la gente de Capua.

Era demasiada vergüenza, y los romanos no sabían como los recibirían porque la gente de Capua — bueno… digamos que no eran muy famosos por su hospitalidad y honestidad.

Pero cuando noticias de lo que pasó llegaron a Capua, la gente de la ciudad salió de la ciudad, a buscarlos.

Trajeron comida, agua, ropas, y hasta armas, para que los soldados se sintieran más en su propio elemento. El ejército de Capua — que no estaba compuesto de romanos, hasta les obsequió su propio estandarte, o escudo de armas, para que puedan caminar hacia Roma con la frente bien alta.

Pero, según algunos historiadores, todos estos actos de bondad no lograron apaciguar la vergüenza que los romanos sentían, y al día siguiente los nobles de Capua acompañaron a los romanos hasta el camino a Roma.

Uno de los nobles más distinguidos de Capua, un hombre llamado Ofilio Calavio hasta los acompañó hasta el mismo Senado de Roma, donde utilizó su influencia para dirigirse al Senado romano, una vez que los senadores se habían reunido para recibir el reporte de la derrota.

Oiremos mucho más de la familia de los Calavios durante nuestro podcast, porque uno de los descendientes de Ofilio Calavio fue el responsable del incendio de Roma en el año 211 antes de Cristo.

Pero, como ven, estamos lejos de eso, aún.

Este señor Ofilio dijo lo siguiente, cuando los senadores abrieron su sesión para oír lo que pasó en las Horcas Caudinas.

“La verdad está muy lejos de lo que parece.

Ese silencio obstinado, esos ojos fijos en el suelo, esos oídos sordos a toda consolación, esa vergüenza, esa manera de esconderse de la luz, son todas las indicaciones de un resentimiento terrible que fermenta en sus corazones de los legionarios que pasaron por ese evento.

Habrá venganza.

O yo no sé nada del carácter romano, o el silencio que ven aquí, pronto será causa de gritos y gemidos samnitas de angustia.

Recuerden mis palabras, o Senadores!

El recuerdo de la capitulación de las Horcas Caudinas será mucho más amargo para los samnitas, que para los romanos.

Pero Roma seguía sintiendo vergüenza. Hasta los senadores mismos se negaron a tratar leyes y edictos, de la forma habitual, y solamente se reunían cuando las circunstancias verdaderamente los obligaban a eso.

El año siguiente, es decir, nuestro año 320 AC, el senado falló dos veces en la elección de los Cónsules para ese año.

Primero eligieron a dos Cónsules que fueron proclamados mal elegidos por los arúspices de Roma, y luego eligieron a otros dos hombres que se encontraron en la meta — políticamente hablando, de mucha gente poderosa en Roma.

Hasta hubo un interregno, entre estos segundos dos hombres, y la tercera elección, pero cuando a final el Senado eligió a Publilio Filo, y a Papiro Cursor — este último por segunda vez, todo el mundo estuvo de acuerdo.

Roma, en ese momento, no tenía a nadie que fuese mejor.

Durante la primera asamblea de los senadores bajo el mando de Publilio, este inmediatamente mandó a llamar a Espurio Postumio, para que hable de los eventos.

Según anotaciones históricas, Espurio Postumio dijo mas o menos esto:

“Cónsules, estoy muy consciente de que he sido llamado a hablar en primer lugar, no porque soy el primero en honor, sino porque soy el principal en desgracia y no tengo la posición de un senador, sino de un hombre en su juicio que tiene que cumplir con el cargo, no sólo de una guerra fracasada, sino también de una paz humillante.

Ya que, sin embargo, usted no ha introducido la cuestión de nuestra culpa o el castigo, no voy a entrar en una defensa de mi mismo aquí.

Diré en pocas palabras lo que pienso acerca de la pregunta que tenemos ante nosotros, y vosotros podréis juzgarme y a mis legiones.

Esta promesa que tuvimos que hacer frente a los Samnitas, sin embargo, no fue hecha por la orden del pueblo romano, y por lo tanto el pueblo romano no está atado por ella, ni es nada debido al Samnitas bajo sus términos más allá de nuestras propias personas.

Seamos entregados a los sacerdotes fetiales, despojados y atados; liberemos a la gente de sus obligaciones religiosas si es que las hemos involucrado en alguna, de tal modo que  podamos reanudar la guerra en contra de Samnia sin infringir leyes divinas y juramentos dados.

Yo, Espurio Postumio Albino y mi co-comandante Tito Venturio Calvino, estamos dispuestos a dar nuestras cabezas por haber aceptado pasar bajo el yugo, encadenados y desnudos.

Y que sea de acuerdo con vuestra voluntad, que las legiones de Roma — bajo dos Cónsules frescos, marchen en contra de los Samnitas! Estas son mis palabras.”

El senado de derritió con el speech de Postumio, y lejos de castigarlos, le aplaudieron de pié.

Pero, un Tribuno plebeyo llamado Lucio Livio — no creo que haya tenido parentesco alguno con Tito Livio, no estaba de acuerdo con las palabras de Postumio.

Él decía que el pueblo de Roma no se vería liberado del juramento dado por las legiones de Roma en las Horcas Caudinas, a menos que los Samnitas fuesen puestos otra vez, en la misma posición ventajosa que tenían cuando habían atrapado a los soldados.

Tambien decía que el pueblo de Roma no estaba ligado a esos juramentos, porque los Samnitas mismos no pudieron aprovecharlas.

¿Por qué los Samnitas, en su infinita astucia y en la ventaja del momento, no obligaron a Postumio y a Venturio a que Roma enviase sacerdotes fetiales, y que estos sacerdotes ratifiquen la rendición de Roma misma?

Y digo, de toda Roma.

A esto, Postumio respondió:

[…]