Episodio 81 – La Península Ibérica

Entre la Guerra de los Mercenarios y la conquista de Hispania de Amílcar Barca.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 81 – La Península Ibérica.

Demás está decir, que este episodio es muy especial, porque el tema es la Península Ibérica.

Bueno.

Esto es lo que vamos a ver en nuestro episodio de hoy:

Primero vamos a cerrar lo que quedó abierto del episodio pasado.

Las dos batallas de la guerra de los Mercenarios.

En otras palabras — la Batalla de la Sierra, y el Bloqueo de Túnez.

Y las consecuencias de todo eso.

Ah! Y el por qué Roma obtuvo Cerdeña, y luego Córcega, a pesar de que Cartago fue el claro vencedor en esa guerra.

Eso tambien nos llevará a ver una parte de nuestra Saga Familiar, en la que — si se acuerdan — unos miembros de nuestra familia se habían escondido (o mejor dicho auto-exiliado) en esas islas.

Bueno, uno de ellos reaparece, y vamos a ver el show, de todo eso!

Luego. El comienzo del año 238. Sus Cónsules.

Y tal como lo anunciamos en nuestro episodio pasado, la vida del un tal Tiberio Sempronio Graco.

Bueno, este es el abuelo y bisabuelo de los Gracos que nosotros conocemos, pero si vale hablar del tema.

Tercero, nuestra palabra en Latin: Alio Intuitu.

Cuarto, la lucha política entre Hannón el Grande y Amílcar, ahora que los mercenarios son parte del pasado.

En quinto lugar, el viaje de Amílcar hacia Hispania.

No, muchachos — no fue en un barco crucero!

Después de eso, el año 237 AC en Roma. Los Cónsules.

En séptimo lugar, los comienzos de los Barca en Gadir, Hispania.

Lo que nos llevará a un vistazo de la Hispania de aquellos tiempos, justo antes de la masiva colonización por parte de los Cartaginenses.

Y eso, a su vez, nos lleva a introducir dos personas que me han ayudado mucho, en la elaboración de este episodio.

Así es.

Uno de ellos — un guerrero, estratega, comandante, y centurión de una de las legiones romanas más famosas que hayan existido en Roma antigua, y el otro — un historiador, ingeniero, topógrafo, y diseñador de lo que sea que haga falta, para el progreso de Roma. Vías, acueductos, puertos, fuertes y castras militares, y mucho más.

Presten atención — mis queridos oyentes, porque esto va a estar divertido.

Los dos personajes que introducimos hoy, ademas de ser amigos del podcast en vida real, lentamente irán a formar parte del podcast mismo, de tres maneras diferentes.

UNO — Como consejeros.

DOS — Como invitados especiales en el show, cada tanto.

Y TRES — Como personas ficticias, que irán haciendo lo suyo, dentro del podcast mismo.

Ellos son…

Por un lado — Marcio Samanio Cornelio Atello.

Obviamente, de la familia de los Cornelios.

Mejor conocido como Centurión Marcio Samanio Atello.

En vida real, es de Huelva, España.

En el Cuento de Roma, será un comandante clave, de una legión romana clave, en Hispania, en un futuro muy, muy cercano.

Ustedes — mis queridos oyentes, pueden ir adivinando de cuál legion estoy hablando.

Y por el otro lado — Cayo Julio Ceretano Rescriptor.

Obviamente, de la familia de los Julios.

Mejor conocido como Cayo Julio Ceretano. El cognomen de Rescriptor lo merecerá en unos años más, y ya verán por qué.

En vida real, es de la región de Gadir, España.

En el Cuento de Roma, será uno de los personajes claves en la transición de Hispania de ser un territorio cartaginés, a convertirse en un territorio romano.

Como un dato más, este Cayo Ceretano Rescriptor aparece en nuestro podcast hoy mismo — es decir, en este mismo episodio.

Más concretamente, en unos 30 minutos mas.

Mientras tanto, centurión Marcio Samanio Atello, aparecerá, apenas los romanos comiencen a formar parte de los destinos de Hispania.

Más concretamente, en nuestro Episodio 86 – El Tratado del Río Ebro.

Aquí va una nota final en cuanto a este tema.

El tema de introducir oyentes, digamos — personas reales, y meterlos dentro de nuestro podcast, y dejar que ellos mismos manejen sus propias vidas, dentro del mundo de Roma (de aquel entonces) — ese es el propósito de este podcast.

Todo lo que tienen que hacer, es elegir sus nombres, sus cognomen, a que tribu quieren pertenecer, y como si fuese una serie televisiva, ellos irán progresando, dentro del Cuento de Roma.

Tendrán sus propias profesiones, sus propios descendientes, y sus destinos.

Y repito — todo eso, es algo que representa la misión más importante de esta Saga — la Saga Familiar.

Porque al final y al cabo, todos nosotros — Usted, yo, sus hijos, y hasta ese vecino suyo — todos provenimos de una sola semilla.

Un mismo DNA.

Una misma Eva — o si prefiere — un mismo Adán, genéticamente hablando.

Todos Ustedes — muchachos (y muchachas) — sin NI UNA SOLA excepción, han tenido bis-bis-bis-abuelos que vivieron, sufrieron, amaron, y rieron, en aquellos tiempos.

Y bueno.

Yo creo que es hora de ver,

qué exactamente hacían esos abuelos suyos,

en los tiempos de Roma antigua.

Finalmente — en octavo lugar, tenemos un vistazo de lo que viene.

Una breve paz, antes de la tormenta.

Vamos a ver que Tito Manlio Torquato hasta logrará hacer algo, que muy pocos comandantes lograron hacer, en cuanto a las puertas del templo de Jano.

Pero bueno, como eso queda para nuestro próximo Episodio, pues no voy dar el spoiler ahora, aunque se perfectamente, que acabo de hacer, justamente ESO. (Jajaja)

Y por último — como siempre, música de cierre, y saludos personales, después de eso.

Como pueden ver, un Episodio largo!

Episodio 44 – Plutarco y Dionisio de Halicarnaso

La segunda entrega de nuestros episodios de biografías. En esta ocasión le damos el honor a Plutarco y a Dionisio de Halicarnaso.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 44 — Plutarco y Dionisio de Halicarnaso.

Plutarco y Dionisio de Halicarnaso, dos nombres que hemos oido una y otra vez durante este podcast, y esto significa que — como estudiantes de la historia de Roma, dependemos de ambos personajes, al igual como dependemos de lo que Virgilio y Tito Livio escribieron, lo cual he relatado en el episodio 22.

Dependemos de Plutarco por sus relatos de los comienzos de Roma, aquellos primeros amaneceres de la ciudad de las siete colinas. Y tambien por otra de sus obras, la tal llamada “Vidas Paralelas” — una obra que vamos a analizar en unos minutos aquí.

Y dependemos de Dionisio de Halicarnaso por su estilo de pensar, de escribir, y de dar a conocer la historia, y por su sobriedad a la hora de escribir.

Hace 22 episodios hemos hablado de Tito Livio y de Virgilio, y aquí van las dos mayores diferencias entre aquellos dos personajes — ambos verdaderas estrellas de su época, y estos dos personajes, nada menos conocidos, apreciados, y leídos.

UNO — Mientras Tito Livio y Virgilio se embarcaban en sus viajes mentales a medida que iban atravesando el océano de sus imaginaciones — sin importar donde echarían anclas al final de cada capitulo, libro, o cada oración en el caso de Virgilio, Plutarco y Dionisio de Halicarnaso obtenían todos los mapas pertinentes, todos los detalles de puertos a visitar, y hasta sabían las profundidades del mar en cada uno de los puntos claves de sus piezas, a la hora de imaginar esa obra, una vez terminada.

En otras palabras, Tito Livio y Virgilio — si bien este ultimo raramente se sintió contento con sus propias obras, ambos eran lo que hoy en día se llama “pantsers” en el mundo de escritores, es decir que escribían primero, y analizaban luego.

La palabra “pantsers” dicho sea de paso, es una palabra en ingles, que proviene de la frase inglesa “writing by the seat of your pants” que, traducido al castellano literalmente significa algo así como “escribir agarrándose de la silla con el borde de los pantalones”, pero que en realidad significa algo así como “escribir hasta que a uno se le quemen los dedos, y sin importar a donde esa historia vaya.”

Mientras tanto, tanto Plutarco como Dionisio de Halicarnaso, escribían de una forma mucho, mucho mas coordinada, y ambos sabían a donde llegarían antes de siquiera haber empezado a escribir.

En ingles, eso se llama “outliner” — algunos escritores son puramente outliners, y otros son puramente pantsers.

Como un ejemplo clásico, Ernest Hemingway era un perfecto ejemplo de un outliner.

Si bien él no usaba diagramas o bosquejos, para sus capítulos y escenas, él sabía perfectamente, cómo y dónde su obra terminaría, aun antes de haber empezado a escribir su pagina numero uno.

DOS — Mientras Tito Livio y Virgilio se aislaban de las penurias por las que ciudadanos comunes, legionarios, esclavos, y hasta emperadores pasaban en sus vidas privadas, Plutarco y Dionisio sabían como ponerse en los pies de otras personas.

Bueno, esas fueron las dos diferencias mas importantes, literariamente hablando, y ahora quiero mencionar la tracalada de diferencias que estos dos personajes mostraban en todos los otros ámbitos de la vida, incluyendo apariencia física, lugar de origen, educación, y — últimamente, el por qué escribían lo que escribían.

Porque — al final y al cabo, cuando uno se encuentra frente a un escritor, la primera pregunta que uno se pregunta, o que se tendría que preguntar, es por qué esa persona escribe lo que escribe, verdad?

Cervantes Saavedra, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Isabel Allende, Gabriel Garcia Marquez, José Eustacio Rivera, Manuel Argüello Mora, Alejo Carpentier, Flavio Herrera, César Atahualpa Rodriguez, Mario Vargas Llosa, Vicente Blasco Ibañez, Pedro Calderón de la Barca, Tomás de Iriarte, Manuel Machado, Francisco de Quevedo, y todos en esta larga lista — que dicho sea de paso, pudo haber sido tanto mas larga, repito — todos estos autores tenían sus propias, únicas — y diferentes razones para escribir.

Y Plutarco y Dionisio de Halicarnaso no eran la excepción a esta regla.

Entonces, vayamos a una breve lista de las diferencias físicas, históricas, educacionales, y demás ámbitos, entre estos dos autores, y los autores de nuestro Episodio 22.

Luego tendremos otra lista de diferencias entre Plutarco y Dionisio, sin cuidado.

UNO — La primera diferencia es obviamente la barba. Si bien, ambos vivían en mas o menos la misma época que Tito Livio y Virgilio, bueno — mas o menos, ambos estos autores tenían barba. Tito Livio y Virgilio, por cualquiera que sea la razón siempre fueron retratados sin barba. No voy a entrar en el por qué de todo eso, simplemente lo nombro.

DOS — Al contrario de Tito Livio y Virgilio, tanto Plutarco como Dionisio de Halicarnaso no nacieron en Italia, sino que eran hijos del mundo griego. Esto, como veremos mas tarde, será una buena pista para averiguar el por qué escribían lo que escribían, una vez que sepamos las condiciones entre Roma y Grecia en esos tiempos, con mas detalle.

TRES — Ambos — Plutarco y Dionisio de Halicarnaso tenían un buen conocimiento de las relaciones entre Roma y las partes del mundo que en el tiempo de sus vidas, estaban bajo el control de Roma. Y ambos — creo yo, apreciaban el nacimiento de la tal llamada Pax Romana, aun si todavía harían falta un par de décadas hasta que esa paz sea llamada así. Tito Livio y Virgilio, por el otro lado, no tenían mucha idea de lo que verdaderamente pasaba entre Roma y el resto del mundo, con la excepción de relatos tomados de lo que otros testigos les decían, como para poder crear sus historias.

Y por supuesto, Plutarco y Dionisio veían las cosas desde afuera de Roma.

Si uno quiere apreciar la belleza de la playa, uno tiene que pararse en la playa y mirar, y no estar metido en el agua del océano, hasta el cuello.

[…]

 

Episodio 24 – Marco Furio Camilo

Cinco veces dictador. Cuatro veces Tribuno Militar. Tres triunfos en Roma. Entonces, por qué lo echaron de Roma?


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 24 — Marco Furio Camilo.

“Padre.”

Si bien la voz de Lucio era firme y bien oíble, el viejo Marco no movió ni un solo músculo, postrado en su cama. Lucio volvió a intentarlo, poniendo una mano sobre el hombro del anciano, muy suavemente, pues temía causarle dolor con su toque.

“¡Padre Marco!”

Levemente, Marco abrió sus ojos, y una sonrisa apareció en su rostro.

“¿Has vencido, hijo?”

“Si, Padre,” respondió Lucio, orgullosamente. “Los destruimos por completo, Padre. Y te he traído esto.”

Lucio levantó unos pergaminos a la altura de los ojos de su padre, para que este las pudiera ver. Sin esperar que el viejo preguntara, Lucio le explicó que los pergaminos eran planos de máquinas para estirar cuero, tales como ellos jamás lo habían visto.

Los etruscos, resultaba ser, eran mucho más avanzados tecnológicamente hablando, que los romanos, y parte del botín de guerra eran de inmenso valor para los ingenieros romanos.

Desde cómo hacer arcos de punta triple, para las salidas de agua sucia al rio Tiber, hasta como izar velas de barcos con la fuerza de un solo hombre, casi todo en Veyes era totalmente nuevo para los ingenieros de Roma de aquellos tiempos.

“¡Padre!  Esta máquina hasta podrá estirar cuero de renos,” exclamó Lucio, entusiasmado. El taller de escudos no dará abasto, se imaginaba el joven.

“Ah, los renos,” respondió el viejo. “No habrá renos en unos años más, hijo. Ya verás…”

Y el viejo tenía razón. En menos de dos generaciones el clima comenzó a volver a temperaturas como las que regían antes en Roma.

Renos, leones alpinos, y los largos inviernos comenzaron a desaparecer de Roma.

Nunca más el rio Tiber se volvió a congelar.

Cabe añadir aquí que leones alpinos eran las flores que hoy conocemos como el Edelweiss, y no estoy hablando de los felinos africanos. Leones, como tales, habían desaparecido de Italia—y casi toda Europa, ya hace más de mil años, y ahora las flores, llamadas leontopodium alpinum, o leones alpinos, desaparecían de las cercanías de Roma.

“Cuéntame, hijo. Con toda esa ciencia, como lograron entrar a Veyes?”

“Si, Padre. Fue por la obra de los dioses mismos, Padre. Yo fui el noveno hombre en pisar el suelo de Veyes. Y para sorpresa de todos, entramos en el mismísimo templo de Juno, Padre. Para cuando yo salí del túnel que el dictador mandó hacer, solo quedaban dos o tres sacerdotes vivos.”

Lucio le contó a su padre como los romanos habían excavado un túnel para entrar a la ciudad, y como, luego de la caída de Veyes, el ejército se llevó la estatua de Juno misma, a Roma.

“Y eso, Padre, fue porque los dioses mismos apaciguaron las aguas del lago Alba. Y gracias al ingenio del dictador,” añadió Lucio.

Cuando Lucio decía “el dictador,” por supuesto que se refería a Marco Furio Camilo.

“No creas en todo lo que oyes, hijo,” suspiró el viejo. “He oído otras versiones, y no fueron los dioses. Tampoco fue porque un sacerdote etrusco fue capturado por los romanos, hijo.”

“Pero, Padre… Los senadores mandaron gente a Delphi, y cuando…”

“¿Delphi? ¡Ja! No me hagas reír, hijo, y no te comportes como un idiota de once años frente a mis ojos,” el viejo casi explotó, y vigor parecía volver a su rostro.

“Esas historias son para gente que no sabe distinguir entre un ganso sagrado y una gallina común. Y si me cuentas eso porque piensas que se me fue el cerebro, estas cometiendo un pecado, Lucio. Y tampoco me digas cosas lindas de ese hijo de una serpiente, Camilo. Camilo es un Patricio. Y un Patricio jamás ayuda a un plebeyo. Punto y aparte. Igual que Cincinato.”

Silencio.

El viejo Marco solo llamaba a su hijo por su nombre cuando estaba verdaderamente enojado.

Lucio, sorprendido, se calló la boca, y profundamente dentro de sí mismo, se preguntaba cómo era que Padre sabía todo eso. Al parecer el joven había subestimado el razonamiento y el espíritu de su anciano padre.

[…]

Episodio 14 – Vida y Muerte de Junio Bruto

Junio Bruto, padre de la republica de Roma. Vengador de Lucrecia. Algunos misterios resueltos, y algunas preguntas sin respuestas. Roma se puso de luto por él por un año entero.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 14 — Vida y Muerte de Junio Bruto.

Hace dos semanas nos habíamos quedado en el medio de la batalla de la Selva Arsia.

Por un lado, las fuerzas del ex rey Tarquino, junto a fuerzas de la ciudad etrusca de Veyes, y por el otro lado las fuerzas de Roma, dirigidas por Junio Bruto y Publio Valerio.

Cuando Arrunte vió que el ejército de Roma iba comandado por Bruto, exclamó

“¡Ese es el hombre que nos echó de Roma!

¡Miren como avanza orgullosamente, adornado con la insignia nuestra!

¡O dioses, vengadores de reyes, ayúdenme!

Como era costumbre y honor en esa época, tanto Arrunte como Junio Bruto echaron a sus caballos al galope, uno hacia el otro, sabiendo que si conseguían tan solo herir al otro, la batalla se inclinaría para un lado como la balanza de un vendedor de sal en el foro.

Pero, ambos lograron hundir las lanzas y penetrar al escudo del otro, y ambos cayeron de sus caballos en el instante.

Murieron al instante siguiente, lanzas clavadas en sus torsos.

Históricamente hablando, aunque estos tipos de duelos probablemente contienen un fuerte elemento mítico, expertos de estudios de Roma antigua dicen que este tipo de combate personal representaba un aspecto muy común de la guerra dentro del sistema militar romano y no debía descontarse como puro cuento.

La larga tradición de la tal llamada spolia opima, que involucra al comandante romano derrotando a un comandante enemigo en combate mano a mano, insinúa que este tipo de eventos si sabía suceder.

OK, ahora vamos a La Palabra de la Semana. Hace dos semanas tuvimos la palabra PINGUIS.

Pinguis es una palabra que tiene varios significados en Latin. En realidad, esa palabra tiene tres significados, pero todos están un tanto relacionados y el sentido lo da el contexto de su uso.

Entonces, PINGUIS puede significar gordo y espeso, cuando se habla de la apariencia física de una persona.

Puede significar estúpido o espeso en la cabeza cuando el tema es el nivel intelectual de una persona.

Y finalmente, puede significar fértil y rico, cuando el tema es tierra, en el sentido de tierra arable.

Bueno, ahora vamos a La Palabra de la Semana de esta semana.  La Palabra de la Semana de esta Semana es DEPUGIS

D – E – P – U – G – I – S   

[…]

Episodio 13 – Estado de la Unión 509 AC

En un episodio especial sobrevolamos a todas las naciones y pueblos que rodean a Roma, y vemos qué pasaba en el mundo en el año 509 antes de Cristo.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 13 — Estado de la Unión – 509 AC.

Este es nuestro primer episodio de El Estado de la Unión, y tal como muchas cosas que sucedieron en Roma por primera vez, este episodio tendrá el honor y el deber de establecer normas, estilos, y otros precedentes para futuras ediciones de episodios de El Estado de la Unión.

Si escuchó el episodio pasado, sabrá que esta semana tendemos un episodio un poquito más largo, y no tendemos el corte usual de la Palabra de la Semana, en Latin.

Así que empecemos ya mismo, porque no tenemos todo el día, y tenemos un vuelo de águila de muchos kilómetros de circunferencia.

Nuestro vuelo de águila va a empezar en Roma misma. Vemos qué pasa en Roma, Etruria, y Grecia Magna.

De ahí vemos las tres islas grandes cerca de Roma. Sicilia, Córcega, y Cerdeña.

Luego vamos para el norte, y cuando lleguemos a los Alpes, vamos a dar un gigantesco círculo en el sentido del reloj que nos llevará por todas las partes que tarde o temprano tendrán influencia en la historia de Roma.

Así que vamos a ver Dalmacia, Macedonia, el Epiro, y Grecia.

De ahí a Asia Menor, y entonces a las tierras de Siria, Palestina, y Egipto, que en ese momento estaban bajo el yugo de los persas.

Entonces nuestro vuelo tomará un rumbo hacia la puesta del sol, hacia Cartago y la costa norte de África, para luego sobrevolar las columnas del Gibraltar, que según la leyenda fueron abiertas, o cerradas por Hércules mismo—dependiendo de cuya versión ha escuchado.

Esto nos llevará de regreso a Europa, donde veremos a los pueblos que habitaban lo que hoy es España y Portugal, y las Galias. Haremos un pequeño desvío para mencionar a las Islas Británicas, y de ahí volveremos hacia Roma, sobrevolando a los pueblos de los Países Bajos y Germania.

Por último, dos tiritos de penal más, puramente honoríficos: India y China.

¿Qué les parece?

Bien. Ahora, Roma.

En el año 509 AC, el dominio de Roma se estrechaba desde el pie de los Apeninos en el este, hasta el mar Mediterráneo en el oeste. Iba desde el rio Tiber en el norte, hasta la ciudad de Capua, en las cercanías de lo que hoy seria Nápoles.

En ese entonces, los vecinos de Roma eran los Samnitas. De ellos vamos a escuchar un montón, más tarde.

Alrededor del comienzo de la república, Roma contaba con unas 130,000 personas, en total.

Pero, aquí cabe la pregunta.

¿Eran los romanos un hormiguero de gente que iban y venían al unisón de los intereses de la ciudad, como una mansa masa, sin voluntad propia?

No, por el contrario.

La Roma de ese entonces ya tenía un tono cosmopolita, y era difícil distinguir por las calles, quien era un romano y quien era un etrusco, o un griego asentado en Roma.

La ciudad hervía con diferentes colores y olores, vestidos y sonidos.

Las calles de Roma estaban repletas de hombres y mujeres, ancianos y niños, esclavos y nobles, gladiadores y soldados, profesores y mendigos, y todo el mundo solamente se preocupaba de su propio bienestar, y solamente luchaba por control, o por la libertad del control ejercido por otros.

Roma tenia mercaderes y maestros, trabajadores y vagos, gente de literatura y gente iliterata, prostitutas y vírgenes vestales, deudores y colectores de deudas, gente que se despertaba con el sol y gente que se iba a dormir a esa hora.

Las dos diferentes clases sociales más numerosas de Roma nunca se ponían de acuerdo en nada, y si bien la nueva república aparecía como la solución a todos los problemas de Roma, para la gente de las clases más bajas, la diferencia entre tener un rey o tener un cónsul, era igual a cero.

Prontamente Roma se verá entroncada en revueltas y huelgas, y luchas internas entre aquellos que tenían el poder, y aquellos que no lo tenían y consideraban que se lo merecían.

Miles de plebeyos, especialmente aquellos que se habían enriquecido durante las generaciones, lloraban en las plazoletas y los fórum, demandando justicia y el derecho al voto, o a un voto más de acuerdo a las realidades numéricas de Roma.

Pero esos mismos plebeyos se hubiesen rebelado totalmente si el gobierno hubiese decidido darles esos mismos derechos a las mujeres, o a los esclavos, o a los inmigrantes.

Esta última capa de la sociedad, presente pero ignorada, no tenía ni voz ni voto, pero sostenía el futuro de Roma.

Imagínese a los blancos pobres de los EEUU en el tiempo de antes de Lincoln, y lo que hubieran hecho si el gobierno les hubiese dado más derechos a mujeres, esclavos e inmigrantes.

 Y fíjese que la tal llamada democracia de Roma no era un acto de restricciones al estilo de las democracias de hoy, donde es posible impugnar a un presidente, o botar a un primer ministro de su oficina.

No. Aquí no se trataba de limitar el poder que un cónsul ejercía. Los poderes de un cónsul no diferían en nada del poder que los reyes tenían antes.

La diferencia era que al cabo de un año, el cónsul tenía que devolver ese poder.

Punto y aparte, y así de simple.

La otra característica de Roma era que cuando amenazas aparecían por el horizonte, todas las diferencias entre patricios y plebeyos se esfumaban, y todo el mundo se unía a la defensa de la patria. Los ricos, porque de ellos eran las tierras. Los pobres, porque en cualquier otro sitio, estarían en cadenas por haber perdido la batalla. O peor aún.

Pero apenas esa amenaza desparecería, las dos partes reanudaban con sus rencillas y peleas, en el lugar exacto donde habían parado la música, antes de ir a defender Roma.

Veremos mucho más de las dos clases sociales de Roma muy pronto, pero cabe decir que la gran mayoría de los romanos, y cuando digo gran mayoría, estoy diciendo más del 90% de la población, no vestían togas, no iban al teatro, y no comían de platos de cerámica hechos en Grecia.

Roma cambió mucho en los 250 años de su existencia. De un pueblo de pastores y ladrones que no tenían ni libros ni comercio, se convirtieron a un pueblo de agricultores y terratenientes, que tenían libros, comercio, y un ejército extremadamente disciplinado.

Para darles una perspectiva del tiempo, quiero decirles esto antes de echar a nuestra águila a volar:

Los romanos de aquel tiempo sabían perfectamente de las leyendas de Eneas, y su llegada a Italia, y de todas las historias de Albalonga, y todo eso.

Pero eso era algo que pasó hace siglos. En un podcast, esto se escucha como un cuento, pero aquí hay un gran precipicio. Un precipicio de siete siglos, entre Eneas y la república.

Los romanos hablar de Albalonga, es como nosotros hablar de La Española, el primer asentamiento fundado por Colón. El tiempo pasó, y el mundo cambió.

Y ahora veamos cómo exactamente cambió ese mundo.

Etruria.

De Etruria vamos a escuchar mucho más en el futuro cercano, así que aquí solamente quiero destacar dos cosas que vienen a la mente, cuando hablamos de las relaciones entre Roma y Etruria. Si bien existían rutas y envíos oficiales entre las ciudades etruscas y las localidades romanas, la relación siempre fue una relación comparable a la Guerra Fría de nuestro siglo pasado.

Un enorme porcentaje de la populación romana era de origen etrusco, y las culturas y los pueblos se entremezclaron tanto que era difícil distinguir entre los dos.

Las lenguas no se parecían, y eso si marcaba una línea muy clara en la arena.

El idioma Latin todavía estaba en su época de desarrollo—sintácticamente hablando, pero aun así, los etruscos lo hablaban con un acento bien pesado, mientras que la gran mayoría de romanos no hablaban el etrusco, a no ser que eran mercaderes que iban y venían entre las dos regiones, y a no ser que eran miembros de familias bilingües.

Tambien puede imaginarse algo como Alemania y los EEUU, hoy.

El 99% de los alemanes y austríacos habla inglés perfectamente, pero se los reconoce en menos de un minuto cuando abren la boca.