Episodio 51 – La Ley Hortensia

Un thriller legal. Una ley que — desde la superficie, parece prometer paz y prosperidad eterna. En realidad, fue el origen de un nuevo cancer de Roma.


[spreaker type=player resource=”episode_id=14211243″ width=”90%” height=”80px” theme=”dark” playlist=”false” playlist-continuous=”false” autoplay=”false” live-autoplay=”false” chapters-image=”true” episode-image-position=”left” hide-logo=”true” hide-likes=”true” hide-comments=”true” hide-sharing=”true” hide-download=”true”]


Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 51 — La Lex Hortensia.

La estatua que hoy se llama La Fuente de Justicia — en alemán “Gerechtigkeitsbrunnen,” fue erigida en la Plaza Romana, de la ciudad de Frankfurt, Alemania, en el año 1611, basada en una copia un tanto mas pequeña del año 1543.

A modo de comparación, en el 1543 Carlos I era rey de España.

Felipe II de España — el proximo rey, se casaba con María Manuela de Portugal.

Enrique VIII, el rey gordo de Inglaterra, le declaraba la guerra a Francia.

Y ese mismo año los Portugueses primero llegaron a Japón, y la ciudad de Asunción en Paraguay, que oficialmente fue fundada solo dos años antes, tuvo un incendio que devastó a mas del 80% de sus edificios.

Pero la historia de nuestra estatua no comienza en el 1543.

Comienza en el 1259, cuando en esa parte de la ciudad alemana, ciudadanos decidieron construir paredes alrededor de un pozo natural de agua que corría debajo de esa parte de la plaza.

Y cuando terminaron con esas paredes, decidieron poner una estatua — primero de madera.

Y de qué era esa estatua?

Pues, de una muchacha que llevaba una espada y una balanza.

Sin ojos vendados — esa idea surgió un siglo mas tarde, esa muchacha representaba igualdad, y la fuerza de la noción de obediencia ante la ley.

Como pueden ver, ya en ese entonces, el símbolo de la justicia — según fuentes del historiador alemán Georg Ludwig Kriegk — nacido en el 1805, tenia una relación directa con el símbolo de justicia del imperio romano, a pesar de que ya pasaron mas de siete siglos entre la construcción de esas paredes de madera y la caída del imperio.

Y a pesar de que esa gente vivía en la era más oscura de la Edad Media.

Y si bien, Frankfurt — como una colonia romana, sí estuvo dentro de lo que era el imperio romano, ya siglos habían pasado.

Así es.

El apogeo de Roma — al cual aun no hemos llegado ni cerca en este podcast, impactó a gente y a pueblos, mucho mas allá de sus propias fronteras, y uno de esos impactos provenía directamente de una ley promulgada en el año 287 antes de Cristo.

Es decir — mas de 1500 años antes de la estatua, que he puesto en el diseño de este Episodio.

Y esa ley se llamaba la Ley — o Lex Hortensia.

Bueno.

Me fui un poco por la rama, pero quería explicar el motivo y la historia de esa estatua.

Ahora, podemos volver al 287 AC.

Y vamos a la casa de Lucio Eugenio — donde todo el mundo se preparaba para salir de la ciudad.

Así es, en protesta general, miembros de todas las 33 tribus de Roma decidieron salir de la ciudad, al igual que lo hicieron siglos atrás, cuando se encaminaron al Monte Sacro, días antes del ataque de los Volscos.

Y antes de que alguien salte, y me diga, que no eran 33 tribus, sino que eran 35, aquí va la pequeña aclaración.

Si, Roma antigua constaba de 35 tribus en total, pero las ultimas dos de ellas no fueron incorporadas a la lista oficial de tribus hasta el año 241 AC, así que aun no estamos ahi.

En nuestro tiempo, las dos tribus mas fresqueras en Roma, eran las tribus Aniensis y la Terentina, y ambas provenían de zonas rurales, en las afueras de Roma.

Mas tarde, se nos unirán las tribus Quirina y Velina, y después de eso, pues serán 35 tribus de Roma — cuatro urbanas y 31 rurales, hasta el fin de Roma.

Y si — durante la guerra social que veremos a fin de este año, habrá ocho tribus mas por un rato, pero luego esas ocho tribus serán metidas dentro de las 35 tribus clásicas de Roma antigua.

Mucha gente.

Las calles se llenaban de esa gente, y el sol aun ni había aparecido detrás de los Apeninos.

— “Apura, niña! Qué todo el mundo ya está en camino,” le decía el viejo Lucio a Julia. “Llegaremos tarde.”

“Y por qué no nos quedamos acá? Nosotros no somos pobres! No nos hace falta ir al Janículo…”

Para cuando Julia Mínima se había dado vuelta, el viejo no solo no la escuchaba, él ya se había ido.

“Ahhh, esa gente! Ni tiempo de peinarme tengo,” protestaba la muchacha, un pisotazo al suelo.

Laurentia y los demás tambien salieron, y al final y al cabo, no tenía con quien protestar, excepto con su esclava Lemonia.

Juntas, se encaminaron hacia el puente.

Pero, como a los cinco minutos de estar cruzando el puente, el ánimo de Julia cambió.

Todo el mundo iba a Janículo, y — en parte, era como un viaje, como un picnic.

“Wow. Son tantos,” notó la muchacha. “Mira, hasta los muchachos de Subura están ahí!”

Lemonia asintió con la cabeza.

La esclava traía pan, olivas, nueces, uvas, y rodajas de cordero frío con una botella de salsa Garum, algo que los romanos usaban como nosotros usamos el Ketchup, hoy en día.

Bueno, excepto que Garum no se hacía con tomates, sino con pescado podrido.

[…]

 

Episodio 36 – Bajo la Sombra del Vesubio

Los romanos contra los latinos. Una batalla que se llevó a cabo en las colinas del volcán Vesubio, en Campania. Una batalla que se llevó a nuestro conocido Decio Mus – si, ese que se había ganado la corona gramínea años atrás.


[spreaker type=player resource=”episode_id=13537737″ width=”90%” height=”80px” theme=”dark” playlist=”false” playlist-continuous=”false” autoplay=”false” live-autoplay=”false” chapters-image=”true” episode-image-position=”left” hide-logo=”true” hide-likes=”true” hide-comments=”true” hide-sharing=”true” hide-download=”true”]


Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 36 — Bajo la Sombra del Vesubio.

— “¡Serpiente!”

— “¡Tú eres la serpiente!”

— “¡Cobarde!”

— “Te enseñaré quién es el cobarde aquí!”

— “A que no te animas!”

Cuando Decio quiso dar un paso hacia adelante, corazón latiendo como un tambor, chocó contra el piso de tierra seca bajo su cama. Dolorido y gritando un insulto, el Cónsul despertó de su sueño.

En ese sueño, el volcán mismo le hablaba a Decio, expulsando miles de serpientes de fuego, y amenazando al ejército romano.

— “Uno de los dos morirá antes de la puesta del sol,” eran las palabras del volcán que aun bailaban en la cabeza de Decio, cuando éste le contó el sueño a Manlio Torcuato.

Normalmente, Torcuato siempre prestaba profunda atención a los sueños de su co-comandante, porque eso era algo que los romanos tomaban muy en serio.

Pero esta vez, Torcuato, no respondía.

Boquiabierto, y mirando a Decio en terror, a Torcuato no le salían palabras.

— “Qué te pasa,” preguntó Decio. “Un volcán escupiendo serpientes no es algo demasiado fuera do lo común, en un sueño…”

— “Decio. Yo también soñé que el volcán me llamó cobarde!”

— “¿Cómo?”

— “Te pregunto. El volcán te dijo que uno de los dos… uno de nosotros…”

— “Por Jupiter, y por Marte, y todos los dioses del inframundo” exclamó Decio, arrojando su copa al piso. Ya no tenía apetito.

Resulta que ambos — Manlio Torcuato y Decio Mus, tuvieron el mismo sueño, esa noche.

Y en ese sueño, los dioses les habían dicho que uno de los dos Cónsules debía sacrificarse en batalla, si Roma iba a ganar.

Para decirlo con un poco más de claridad, y según el relato de Tito Livio, en el sueño que ambos líderes tuvieron, uno de los dos flancos del ejército iba a quebrarse durante la batalla, y si el comandante de ese flanco iba a sacrificarse junto a sus soldados, el otro flanco — es decir, la otra mitad de las fuerzas de Roma saldrían victoriosas de la lucha.

Si siquiera dudarlo por un minuto, entre Manlio Torcuato y Decio Mus decidieron que el flanco que se quiebre primero bajo la presión de la lucha, tanto su comandante como el ejército mismo tendrá que sacrificarse, y lanzarse al enemigo en una misión suicida, como para permitirle al otro lado vencer.

Ya. El plan estaba formado.

Los oficiales que estaban alrededor de los dos líderes, temblaban de miedo cuando Torcuato se puso de pie, desayuno terminado.

En realidad, con cada día que pasaba, el campo romano entero odiaba y temía a Torcuato más y más, y eso se debía a lo que había pasado cuatro días antes, en las afueras del campo romano, cuando uno de los hijos de Torcuato volvió de una patrulla alrededor del campo militar.

Les cuento lo que pasó, pero antes de eso quisiera recordarles de nuestro último episodio, donde les conté que una de las ordenes del campo romano era que estaba totalmente prohibido entrar en cualquier forma de combate, o duelo, con el enemigo.

Torcuato mismo había dado esa orden, y el castigo por desobedecerla era pena de muerte, sin apelación, sin excepción, y sin demora.

Resulta que ese hijo de Torcuato, también llamado Manlio se encontró con un contingente de los Latinos, a menos de una hora a caballo, del campo mismo.

Cuando las dos patrullas se reconocieron, y mientras se medían a la distancia, uno de los Latinos, proveniente de Tusculum, y según Tito Livio, llamado Metio Geminio, se puso a gritarles a los romanos.

Metio Geminio desafiaba a cualquiera de los romanos a una lucha mano a mano. Los romanos simplemente seguían cabalgando de flanco, no dándoles la espalda a los Latinos, pero tampoco dándoles el frente.

Como al minuto, ese Latino reconoció que Manlio era el más destacado dentro del grupo de los romanos, y comenzó con insultos personales en contra del muchacho.

Entre otras cosas, el Latino le gritó uno de los insultos más comunes en esa época en el mundo militar, entre Romanos y Latinos; y ese insulto era una referencia a la habilidades femeninas del hijo de Manlio Torcuato.

El joven Manlio recordaba las órdenes dadas por su padre, pero los insultos continuaban.

— “¡Serpiente!”

— “¡Tú eres la serpiente!”

— “¡Cobarde!”

— “Te enseñaré quién es el cobarde aquí!”

— “A que no te animas!”

Lo que sucedió a continuación, fue el resultado de la destreza militar del joven Manlio, a pesar de que el hombre de Tusculum era mucho más alto y mucho más fuerte que el romano.

En menos de lo se necesita en subir las escalinatas al Monte Capitolino desde el foro, Manlio mató y degolló a Metio Geminio, y luego decidió llevar la cabeza del Latino como su recompensa del enfrentamiento.

Con la cabeza del Latino ya no insultando a nadie, las dos patrullas decidieron seguir sus caminos, y al rato, la patrulla volvió al campo romano.

— “¡Padre!”

Manlio agitaba la cabeza del Latino en la punta de su lanza, rodeado de gritos, risas, y aplausos de la patrulla, y de los soldados en el campo, a medida que estos se iban dando cuenta de lo que había pasado.

Pero el padre del joven no veía ese trofeo como causa de risas, sino como causa de una desobediencia que necesitaba ser corregida.

Y el viejo Manlio Torcuato decidió corregir esa desobediencia.

El joven Manlio fue arrestado frente a su propios hombres, y en frente al ejército entero, y luego fue atado a un poste por lictores, por ordenes directas del Cónsul romano.

Sin siquiera mover un músculo de la cara, Torcuato les ordenó a los lictores a castigar al su hijo, primero con las varas, y luego con el hacha.

Así es.

Una hora más tarde, el joven Manlio fue decapitado públicamente frente a las tropas del campo romano por la transgresión, y desde ese día el ejercito romano, aborrecía y temía al Cónsul romano.

Como un comentario personal, veremos que el flanco de Manlio Torcuato peleó en la próxima batalla con tanta más disciplina, y con tanto más furor, que a veces me pregunto si eso no era por el temor infundido por el viejo Torcuato, después de ver como el viejo decidió ejecutar a su propio hijo.

Ahora, volvamos a la batalla que estaba a punto de empezar, y para eso, comenzamos así.

[…]