En el medio de la noche — Lucio Cecilio Metelo — el pontífice máximo de la ciudad, parado en su oficina, no necesitaba de una lámpara para ver las cosas claramente.
En su afán de terminar de construir el Templo de la Concordia, el cual fue consagrado por nadie menos que aquel Marco Furio Camilo, de nuestro Episodio 24, Metelo se había hecho de un larga lista de enemigos.
En realidad, Lucio Cecilio Metelo tenía dos listas.
Una de sus enemigos, y una de la gente que él pensaba, que lo querían ver muerto.
Eso — por supuesto — sin contar gente, afuera de Roma.
Ambas listas eran casi iguales de largo, y el día anterior las volvió a leer — a solas.
Era su décimo aniversario como pontífice máximo de Roma.
Así es, Metelo había tomado el cargo de pontífice maximo, allá en el año 243, cuando la guerra contra Cartago aún rugía en el sur.
Por supuesto — hoy — nosotros la llamamos la Primera Guerra Púnica.
Pero en aquel entonces, nadie pudo saber que esa era una primera guerra de una serie de tres.
Verdad?
A ver, a ver —
O será cierto eso?
Será que algunos — como Metelo, ya sabían que el tema de la competencia entre Roma y Cartago no había llegado a su fin?
O será, quizás, que TODO EL MUNDO sabía que otra guerra iba a estallar?
Bueno. Volvamos.
Esa noche, Metelo, parado en su oficina, esperaba a uno de sus enviados con noticias.
Y cuando — al cabo de una buena hora de esperar — alguien tocó la puerta, Metelo le dió una señal a su esclavo a que abriera la puerta.
Un hombre entró, y les dió una señal de aprobación con la cabeza.
—”El evento es mañana. Después de las carreras,” dijo el hombre.
—”Entiendo,” respondió el pontifice. “Algo más?”
—”Una cosa más. Quién ganará en las carreras, mañana?”
Tras una breve pausa, el pontífice respondió.
—”Subura.”
Sin más, el mensajero se dió vuelta, se puso la capucha sobre la cabeza, y salió de la oficina.
Con pasos de plomo, Metelo se encaminó hacia la ventana.
—”Mañana, entonces,” se dijo.
Bueno.
Interrumpimos aquí por un minuto, para ver que más tenemos por delante, aparte de lo que un sujeto misterioso le acaba de decir al pontífice máximo de Roma.
Y, lo primero que les debo hacer saber es que en este episodio tenemos que abarcar varios años.
Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.
El Cuento de Roma, Episodio 65 — Estado de la Unión – 268 AC.
Estamos en nuestro quinto Episodio de El Estado de la Unión, y estamos a punto de zambullirnos en las aguas de las Guerras Púnicas.
Eso significa que esta vez vamos a ver mucho mas del tema de Cartago, la gente que vivía allí, la gente que gobernaba con Cartago, y cuales eran las mayores diferencias entre Cartago y Roma.
Y primero que nada, una pregunta — por qué esas guerras se llaman Púnicas?
Por qué no se llaman las guerras de Cartago, o las guerras cartaginenses?
No sería más lógico?
Al final y al cabo, hemos tenido las Guerras Samnitas, las Guerras Pírricas, y las Guerras Latinas.
Y obviamente, las Guerras Samnitas eran contra los Samnitas.
Las Guerras Pírricas eran contra Pirro, y en un futuro — las Guerras Macedónicas serán contra Macedonia, y las Guerras Celtíberas serán contra los Celtas de Iberia.
Miren que lógico está eso!
Entonces, de dónde proviene la palabra Púnico o Púnica?
La respuesta a eso, y mucho más, entonces, cuando nuestra águila llegue a Cartago.
Y esta vez, en nuestro vuelo alrededor del mundo de Roma, tambien tenemos que ver con mucha más amplitud dos regiones, a saber.
Partia y China.
Partia porque estamos muy cerca de presenciar el nacimiento del Imperio Parto, y China porque estamos muy cerca de presenciar la llegada al trono, del tal conocido Primer Emperador de China.
Ambos eventos son tan importantes en sí mismos, que nuestro futuro Episodio 76 se llamará “Nace el Imperio Parto,” y nuestro futuro Episodio 77 se llamará “El Primer Emperador de China.”
Obviamente, esos dos episodios no serán dedicados exclusivamente a eso, sino que tendrán ese tema incluido en el resto de todos los acontecimientos del año en cuestión.
Al fin y al cabo, nosotros vamos a estar metidos en el medio de la Primera Guerra Púnica, y vamos a estar super ocupados dando vueltas a la isla de Sicilia, como si fuera una calesita.
Ya.
Entonces — estamos en el año 268 AC, y nuestra águila irá desde Roma misma, primero hacia el norte (hasta los Alpes), y luego dará una enorme vuelta al Mar Mediterráneo, en el sentido del reloj.
Después de eso, vamos a escuchar — muy rápidamente, la lista de futuros episodios, desde este Episodio 65, hasta el Episodio 250, que nos va a encontrar en el año 68 después de Cristo.
Así es — al final de este Episodio veremos la lista entera del plan del podcast, Episodio por Episodio, con el nombre del Episodio, y una palabrita o dos, acerca de ese Episodio, si es que hace falta.
Y como esta vez no tenemos el segmento de la Palabra en Latin, podemos comenzar ya!
Qué les parece?
Roma
Roma, como ya era de costumbre, se estaba recuperando de otra peste.
Dos años más tarde, es decir, en el 266, Roma verá otra peste, una peste mucho más aguda, y otra vez, será por el tema del agua, los desagües, y — por supuesto, el plomo.
Los romanos, como buenos ingenieros, y como gente muy práctica, sabían que Roma no podía sobrevivir con el agua del Acueducto Appio solamente, y cuatro años antes, se pusieron a construir un Acueducto mas grande.
En este año — el 268, ese acueducto por fin estaba listo, y los romanos tuvieron una cantidad de cosas por primera vez.
Por primera vez, agua entraba a la ciudad de Roma, montada encima de columnas y arcos, porque esa agua tenía un nivel más alto que el Acueducto Apio.
Por primera vez, las partes más altas de la ciudad, se vieron abastecidas con agua corriente.
Por primera vez, el agua provenía de montañas — no de las afueras o cercanías de Roma, sino de una distancia de nada menos que 64 kilómetros.
Así es — el segundo acueducto romano traía agua desde los montes mas allá del Lacio, de una distancia que antes, la gente no se podía ni imaginar.
Y por primera vez, el Senado no tuvo que ni discutir el tema del financiamiento de esa obra, porque lo que los romanos obtuvieron después de vencer a Pirro, era más que suficiente para la construcción de esa obra tremenda.
Y digo tremenda, porque ese acueducto traía mas que el doble del Acueducto Apio, y con una fuerza de tracción siete veces mayor.
Eso se debía a la altitud de la fuente misma, ubicada a 850 metros sobre el nivel del mar. La fuente en sí, era un lago, llamado el Lago del valle del Anio.
Habrá otro acueducto mas, en el futuro, que traerá agua de ese mismo lago, pero 250 años van a pasar antes de que eso suceda.
Hoy por hoy, los romanos lo llamaban el Acueducto del Anio.
Más tarde — en unos dos siglos y medio, lo llamarán, el Acueducto del Anio Viejo, para distinguirlo del Acueducto del Anio Nuevo.
Y van a pasar otros setenta años hasta que Roma obtenga su tercer acueducto, así que este evento era uno de los mayores eventos de este año.
Y como para compararlo al acueducto Apio, veamos un par de datos.
Largo del Acueducto Apio — 16 kilómetros.
Largo del Anio — 64 kilómetros.
Inclinación del Acueducto Apio — 0,06%
Inclinación del Anio — 0,36%
Eso significa, que por cada kilómetro, el agua caía unos 36 centímetros.
Altura en la fuente del Acueducto Apio — 30 metros… Casi nada!
Altura en la fuente del Anio — 850 metros.
Metros cúbicos por día del Acueducto Apio — 73 mil.
Metros cúbicos por día del Anio — 176 mil.
Bueno.
Y con todo eso, todavía tuvieron, un brote de peste, dos años más tarde.
Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.
El Cuento de Roma, Episodio 43 — La Vía Apia – Segunda Parte.
— “Un paso más a tu izquierda!”
El muchacho, a 23 pasos y medio del agrimensor, no oyó la orden, y por lo tanto, no se movió.
— “A la izquierda, te he dicho,” gritó el agrimensor.
El muchacho, ahora asustado, se movió a la izquierda. El pobre aprendiz no podía oír ni una sola palabra, con el viento del mar Tirreno, soplando en la dirección del viejo enojado.
— “Un solo paso, te dije,” volvió a gritar el topógrafo romano. “Que stulte, ese muchacho,” pensó el viejo.
Stulte era la palabra que los romanos usaban cuando estaban verdaderamente enfadados por la incapacidad o estupidez de algún aprendiz, o un estudiante un tanto “lento.”
Traducido al castellano, “stulte” equivale a algo así como “idiota.”
Cuando el muchacho se trató se poner en el lugar correcto, pisó una piedra y en un movimiento que solo duró un segundo, la groma, más alta que el muchacho mismo, se cayó de entre sus brazos, y se fue al piso.
El brazo de soporte de la groma se quebró, y hasta el mismo mástil, el centro del instrumento, con su punta de hierro aguda, se torció en la tierra hacia un lado.
La groma, así, ya no servía para nada.
Entre maestro y aprendiz, habían logrado poner dos gromas en su lugar, y faltaban dos más.
El cuadrado que formarían con las lineas de las gromas, serian el mas básico de los quehaceres de un aparejador romano.
Asi es.
Nada era mas simple que crear el plano para una ruta, o un campo militar romano, o — en este caso, un campo donde en menos de un mes, mil obreros — esclavos, libertos y artesanos libres, trabajarían sin parar.
Establecer un cuadrado de lineas perfectamente rectas, y con ángulos en 90 grados, con nada mas que herramientas como palas, cierras, martillos, cinceles, clavos, divisores, cuadrados, y un nivel que se parecía a un banquillo de cuatro a siete pies — un tanto rudimentario, llamado el chorobate, todo eso era el deber de un agrimensor romano.
Tornillos no se habían inventado aun en Roma.
Y tampoco había brújulas, o carretillas para llevar toneladas y toneladas de tierra y rocas de un lugar a otro.
Mientras en China antigua, la brújula fue inventada alrededor de este mismo tiempo; la carretilla fue dibujada en los edificios funerarios de un gobernante de la dinastía de los Han, en el año 118 AC.
Increíblemente, la carretilla común no aparece en Europa hasta el siglo diez, ya en la Edad Media.
Bueno — sí existen teorías de que en Constantinopla sí se usaba un forma de carretilla con una sola rueda alrededor del siglo tres de nuestra era, pero hasta el día de hoy, no existen pruebas de esto.
Pero, volviendo a nuestro muchacho y al agrimensor, el día de trabajo entero — y esa groma, con su base torcida, estaban completamente perdidos.
El muchacho que acababa de romper la groma era el nieto de Falvio, aquel Falvio que haba elegido vivir en Tusculum, después de haber visitado Roma por primera vez a la edad de quince años, en los tiempos cuando Lucio y Aeliana aun estaban vivos.
Ese nieto, llamado Hanno, fue llamado así, en honor a un tío suyo, pero el nombre siempre le causaba ser ridiculizado en la sociedad super-romanizada de Tusculum, porque era obviamente un nombre de origen fenicio.
El joven Hanno no quería estar en Italia, y mas de una vez, le pidió a su padre que fuesen a Cartago, donde su tío vivía.
Ese tío recientemente volvió de Italia a Cartago, y comenzó un negocio de excavación y producción de alquitrán — tambien conocido como brea egipcia, la cual, él vendía con mucho éxito, a todas las colonias a lo largo de la costa de Africa del Norte, y hasta en algunas de las colonias, en lo que hoy conocemos como España.
En la mente de Hanno, en Cartago, la vida valía la pena ser vivida.
Tal vez en Roma la vida era mejor, pero aquí en Tusculum, los días se mezclaban entre sí, en una aburrida secuencia de memorias — todas de color gris.
Y eso era verdad.
Al contrario de Roma, ciudades como Tusculum no florecían.
Menos trabajo, menos oportunidades, y menos gente vivía en Tusculum que cien años antes.
Lentamente, la ciudad caía en un manto de desuso, desinterés, y desdicha.
Ya no existían poderosos senadores como el viejo Anio, que pudiesen impresionar al Senado de Roma, y si no hubiese sido por los puestos de trabajo, que el censor Apio Claudio creó con la Vía Apia, la situación sería peor aun.