En un episodio especial sobrevolamos a todas las naciones y pueblos que rodean a Roma, y vemos qué pasaba en el mundo en el año 509 antes de Cristo.
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Transcripción Parcial
Hola, les habla Abel desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.
El Cuento de Roma, Episodio 13 — Estado de la Unión – 509 AC.
Este es nuestro primer episodio de El Estado de la Unión, y tal como muchas cosas que sucedieron en Roma por primera vez, este episodio tendrá el honor y el deber de establecer normas, estilos, y otros precedentes para futuras ediciones de episodios de El Estado de la Unión.
Si escuchó el episodio pasado, sabrá que esta semana tendemos un episodio un poquito más largo, y no tendemos el corte usual de la Palabra de la Semana, en Latin.
Así que empecemos ya mismo, porque no tenemos todo el día, y tenemos un vuelo de águila de muchos kilómetros de circunferencia.
Nuestro vuelo de águila va a empezar en Roma misma. Vemos qué pasa en Roma, Etruria, y Grecia Magna.
De ahí vemos las tres islas grandes cerca de Roma. Sicilia, Córcega, y Cerdeña.
Luego vamos para el norte, y cuando lleguemos a los Alpes, vamos a dar un gigantesco círculo en el sentido del reloj que nos llevará por todas las partes que tarde o temprano tendrán influencia en la historia de Roma.
Así que vamos a ver Dalmacia, Macedonia, el Epiro, y Grecia.
De ahí a Asia Menor, y entonces a las tierras de Siria, Palestina, y Egipto, que en ese momento estaban bajo el yugo de los persas.
Entonces nuestro vuelo tomará un rumbo hacia la puesta del sol, hacia Cartago y la costa norte de África, para luego sobrevolar las columnas del Gibraltar, que según la leyenda fueron abiertas, o cerradas por Hércules mismo—dependiendo de cuya versión ha escuchado.
Esto nos llevará de regreso a Europa, donde veremos a los pueblos que habitaban lo que hoy es España y Portugal, y las Galias. Haremos un pequeño desvío para mencionar a las Islas Británicas, y de ahí volveremos hacia Roma, sobrevolando a los pueblos de los Países Bajos y Germania.
Por último, dos tiritos de penal más, puramente honoríficos: India y China.
¿Qué les parece?
Bien. Ahora, Roma.
En el año 509 AC, el dominio de Roma se estrechaba desde el pie de los Apeninos en el este, hasta el mar Mediterráneo en el oeste. Iba desde el rio Tiber en el norte, hasta la ciudad de Capua, en las cercanías de lo que hoy seria Nápoles.
En ese entonces, los vecinos de Roma eran los Samnitas. De ellos vamos a escuchar un montón, más tarde.
Alrededor del comienzo de la república, Roma contaba con unas 130,000 personas, en total.
Pero, aquí cabe la pregunta.
¿Eran los romanos un hormiguero de gente que iban y venían al unisón de los intereses de la ciudad, como una mansa masa, sin voluntad propia?
No, por el contrario.
La Roma de ese entonces ya tenía un tono cosmopolita, y era difícil distinguir por las calles, quien era un romano y quien era un etrusco, o un griego asentado en Roma.
La ciudad hervía con diferentes colores y olores, vestidos y sonidos.
Las calles de Roma estaban repletas de hombres y mujeres, ancianos y niños, esclavos y nobles, gladiadores y soldados, profesores y mendigos, y todo el mundo solamente se preocupaba de su propio bienestar, y solamente luchaba por control, o por la libertad del control ejercido por otros.
Roma tenia mercaderes y maestros, trabajadores y vagos, gente de literatura y gente iliterata, prostitutas y vírgenes vestales, deudores y colectores de deudas, gente que se despertaba con el sol y gente que se iba a dormir a esa hora.
Las dos diferentes clases sociales más numerosas de Roma nunca se ponían de acuerdo en nada, y si bien la nueva república aparecía como la solución a todos los problemas de Roma, para la gente de las clases más bajas, la diferencia entre tener un rey o tener un cónsul, era igual a cero.
Prontamente Roma se verá entroncada en revueltas y huelgas, y luchas internas entre aquellos que tenían el poder, y aquellos que no lo tenían y consideraban que se lo merecían.
Miles de plebeyos, especialmente aquellos que se habían enriquecido durante las generaciones, lloraban en las plazoletas y los fórum, demandando justicia y el derecho al voto, o a un voto más de acuerdo a las realidades numéricas de Roma.
Pero esos mismos plebeyos se hubiesen rebelado totalmente si el gobierno hubiese decidido darles esos mismos derechos a las mujeres, o a los esclavos, o a los inmigrantes.
Esta última capa de la sociedad, presente pero ignorada, no tenía ni voz ni voto, pero sostenía el futuro de Roma.
Imagínese a los blancos pobres de los EEUU en el tiempo de antes de Lincoln, y lo que hubieran hecho si el gobierno les hubiese dado más derechos a mujeres, esclavos e inmigrantes.
Y fíjese que la tal llamada democracia de Roma no era un acto de restricciones al estilo de las democracias de hoy, donde es posible impugnar a un presidente, o botar a un primer ministro de su oficina.
No. Aquí no se trataba de limitar el poder que un cónsul ejercía. Los poderes de un cónsul no diferían en nada del poder que los reyes tenían antes.
La diferencia era que al cabo de un año, el cónsul tenía que devolver ese poder.
Punto y aparte, y así de simple.
La otra característica de Roma era que cuando amenazas aparecían por el horizonte, todas las diferencias entre patricios y plebeyos se esfumaban, y todo el mundo se unía a la defensa de la patria. Los ricos, porque de ellos eran las tierras. Los pobres, porque en cualquier otro sitio, estarían en cadenas por haber perdido la batalla. O peor aún.
Pero apenas esa amenaza desparecería, las dos partes reanudaban con sus rencillas y peleas, en el lugar exacto donde habían parado la música, antes de ir a defender Roma.
Veremos mucho más de las dos clases sociales de Roma muy pronto, pero cabe decir que la gran mayoría de los romanos, y cuando digo gran mayoría, estoy diciendo más del 90% de la población, no vestían togas, no iban al teatro, y no comían de platos de cerámica hechos en Grecia.
Roma cambió mucho en los 250 años de su existencia. De un pueblo de pastores y ladrones que no tenían ni libros ni comercio, se convirtieron a un pueblo de agricultores y terratenientes, que tenían libros, comercio, y un ejército extremadamente disciplinado.
Para darles una perspectiva del tiempo, quiero decirles esto antes de echar a nuestra águila a volar:
Los romanos de aquel tiempo sabían perfectamente de las leyendas de Eneas, y su llegada a Italia, y de todas las historias de Albalonga, y todo eso.
Pero eso era algo que pasó hace siglos. En un podcast, esto se escucha como un cuento, pero aquí hay un gran precipicio. Un precipicio de siete siglos, entre Eneas y la república.
Los romanos hablar de Albalonga, es como nosotros hablar de La Española, el primer asentamiento fundado por Colón. El tiempo pasó, y el mundo cambió.
Y ahora veamos cómo exactamente cambió ese mundo.
Etruria.
De Etruria vamos a escuchar mucho más en el futuro cercano, así que aquí solamente quiero destacar dos cosas que vienen a la mente, cuando hablamos de las relaciones entre Roma y Etruria. Si bien existían rutas y envíos oficiales entre las ciudades etruscas y las localidades romanas, la relación siempre fue una relación comparable a la Guerra Fría de nuestro siglo pasado.
Un enorme porcentaje de la populación romana era de origen etrusco, y las culturas y los pueblos se entremezclaron tanto que era difícil distinguir entre los dos.
Las lenguas no se parecían, y eso si marcaba una línea muy clara en la arena.
El idioma Latin todavía estaba en su época de desarrollo—sintácticamente hablando, pero aun así, los etruscos lo hablaban con un acento bien pesado, mientras que la gran mayoría de romanos no hablaban el etrusco, a no ser que eran mercaderes que iban y venían entre las dos regiones, y a no ser que eran miembros de familias bilingües.
Tambien puede imaginarse algo como Alemania y los EEUU, hoy.
El 99% de los alemanes y austríacos habla inglés perfectamente, pero se los reconoce en menos de un minuto cuando abren la boca.