Parece un tema nuevo, pero no es nada nuevo para los romanos: sus luchas internas entre clases sociales.
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Transcripción Parcial
Hola, les habla Abel desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.
El Cuento de Roma, Episodio 17 — El Conflicto Patricio-plebeyo.
La semana pasada vencimos a la Liga de los Latinos, en una batalla que duró más allá del mediodía, y nos hemos quedado con hambre y sin comer.
En parte por superstición, legionarios romanos llevaban dos elementos comestibles consigo a todo momento. Pan y olivas. Tambien llevaban agua, pero durante una batalla, agua sería tanto un desperdicio como una incomodidad, así que las olivas tenían que bastar para darle jugo al pan, y ya.
¿He mencionado ya, que los romanos eran súper supersticiosos? Bueno, en caso que no lo dije, aquí va otra de sus supersticiones:
Los romanos consideraban los números pares de mala suerte, y los números impares de buena suerte. En otras palabras, la mitad de los números de un mes no servían para uno casarse, ofrecer un sacrificio al templo de Júpiter, o para comenzar una batalla, un negocio mayor, un viaje largo, o un romance afuera de la casa de uno.
Pero, bueno, volvamos a nuestra realidad, y al hecho que Roma les ganó a los latinos, y a Tarquinio el Soberbio.
Un año más tarde, Tarquinio se mudará de Clusium, donde el nuevo gobierno después de la muerte de Lars Porsena no simpatizaba ya con sus caprichos. Tarquinio encontró hospedaje en otra localidad etrusca, en la cual vivió un año más, antes de morir. Sin trono, sin mucho dinero, y sin el yerno que fue matado durante la batalla. El nombre de la localidad era Cumae, y Cumae era gobernada por otro déspota llamado Aristodemo.
Y tan pronto como Roma se vió en paz y sin amenazas externas, Roma se vió involucrada en batallas internas.
Todo empezó cuando los legionarios volvieron del campo de batalla y se tenían que enfrentar con las realidades de sus vidas domésticas. Durante la monarquía, la mayor parte de las batallas que Roma tenia, se desarrollaban en las cercanías de Roma misma, lo que significaba que soldados podían ir a pelear y volver a sus casas en el mismo día.
Esto iba cambiando a medida que las peleas llevaban a Roma más y más lejos de las puertas de su ciudad. Legionarios a veces pasaban le estación entera afuera de Roma, y las granjas, negocios, y talleres sufrían de no tener a nadie quien estaría en cargo de ellas. Demás está decir, que la gran mayoría de estos legionarios eran de origen plebeyo.
Los patricios les ofrecían una solución, pero muchas veces ese remedio era peor que la enfermedad. Para ir en más detalles, Patricios les ofrecían dinero, a ser devuelto cuando los soldados en cuestión pudiesen volver a trabajar en sus granjas o talleres.
Pero por ley, en Roma antigua, cuando una persona no se veía en condiciones de devolver una deuda adquirida en un plazo determinado, esa persona se convertía automáticamente en un servidor del cliente, y en la vida práctica, la distancia entre un servidor y un esclavo no era muy grande.
Obviamente, esclavos residían en los domicilios de sus amos, y esclavos tenían sus días enteros y sus vidas enteras planeadas por sus amos, a veces hasta en los más minuciosos detalles, y este no era el caso de servidores que se convertían como tales por no poder devolver deudas.
El factor más doloroso de toda esta deuda era que en la mayoría de los casos, los soldados se veían en una situación donde la deuda era adquirida durante un tiempo en que ellos servían a la patria, poniendo sus vidas a riesgo.
El otro factor es que esto no era la única cara desagradable de la moneda, puesto que el conflicto en si giraba alrededor de mucho más que solamente las deudas.
Dicho sea de paso, esas deudas se llamaban NEXUM, y en casos extremos, ese nexum le daba derechos al acreedor sobre no solamente el patrimonio del deudor, sino sobre su persona tambien. Así es, en casos contados, el acreedor vendió al deudor como si fuese un esclavo.
Por supuesto que en el mundo de hoy, deudas adquiridas solamente tienen jurisdicción patrimonial sobre una persona, pero en la antigua Roma, cosas eran muy diferentes en esos aspectos.
Cada vez que los plebeyos protestaban en contra de esta ley injusta, la reacción de los Patricios era la misma:
¿Aceptas la deuda? ¡Pagas la deuda!
[…]