Episodio 41 – El Fin de la Gran Guerra

El fin de la Segunda Guerra Samnita, desde la caída de Apulia, hasta la inspección de Samnia por el Cónsul Publio Sempronio, en Samnia misma.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 41 — El Fin de la Gran Guerra.

Estamos en el año 435 de la fundación de la ciudad, lo que equivale al año 319 antes de Cristo.

Día de año nuevo.

Una de las costumbres que los romanos tenían para el primer día del año, era votar por los dos Cónsules para el año en question.

El Senado romano iba a votar.

Mantenga en cuenta, por favor, que todavía estamos utilizando el calendario pre Juliano, es decir que utilizamos el recuento de los meses del año como Rómulo y Numa Pompilio lo habían decidido, y no como Julio César los había ajustado muchos siglos mas tarde.

Pero, sea como sea, los romanos — es decir, los privilegiados en Roma, se dirigían al edificio del Senado para votar por los dos Cónsules nuevos.

Esta vez, los senadores sabían que el voto era muy importante, ya que no solo votaban por los dos Cónsules que iban a vengarse por la humillante derrota de las Horcas Caudinas, sino que tambien iban a cambiar una ley muy importante que no tenía nada que ver con guerra.

Hasta ahora, los Cónsules eran los que tenían el poder de poner o remover a una persona en el Senado romano. Este año, si el voto iba a pasar, ese poder pasaría a ser parte de los poderes de los tal llamados censores.

A aquí quiero destacar seis pequeños detalles de como los senadores votaban, a la ora de promulgar leyes, elegir a senadores nuevos, y demás trivialidades.

UNO — Antes de comenzar una sesión, un senador iba a buscar a uno o dos de los cuatro auspices de Roma, para que este diga si el día era propicio para abrir sesión, y promulgar leyes o no.

En aquel tiempo, Roma poseía cuatro personas con suficiente autoridad para ese tipo de funciones, y un día de estos vamos a hablar de eso en mas profundidad.

DOS — Antes del voto, siempre hubo discursos. Sea un voto importante o no, siempre había un discurso antes de dicho voto.

TRES — A veces esos discursos iban largos… y digo, bien largos, con el propósito de bloquear chances de que el voto se pueda realizar.

El hecho era, que a la puesta del sol, el Senado, por ley, tenia que cerrar la sesión.

Y ese discurso extremadamente largo se hacia a propósito, si alguien se oponía a la promulgación de alguna ley, o la nominación de alguna persona a cierta magistratura.

CUATRO — Después de dar discursos, venía el voto. Al votar por asuntos menores, el voto se hacía levantando la mano, o simplemente diciendo “si” en voz alta. Como el Roma antigua no existían partidos politicos, en el sentido de hoy, generalmente tampoco existían presiones en asuntos menores, de votar de cierta manera.

CINCO — Al votar por asuntos mayores, los senadores se separaban en dos grupos, y tomaban asiento de un lado, o del otro lado de la sala.

Y aquí debo destacar que el senado de Roma no estaba sentado en forma circular, como es representado muchas veces en ilustraciones y gráficos provenientes de la edad media y moderna.

No, el Senado de Roma era — primeramente un edificio muy rectangular, y segundo, no tenia asientos en forma de un circulo, o mesa redonda, o el concilio de seguridad de las Naciones Unidas.

Los asientos de los Senadores eran filas paralelas, de ambos lados de la sala, con un amplio espacio en el medio. Y cuando un voto importante tomaba lugar, bueno — los senadores simplemente se levantaban y se sentaban de uno de los dos lados.

Un lado era SI, el otro lado era NO. Así de simple.

Y SEIS — Después del voto, los auspices tenían que obtener la ratificación de los dioses de una decision hecha por el Senado.

Y créame, esto era tan importante, que muy a menudo un Cónsul tenia que devolver el poder, como a los días de ascender al poder, simplemente porque los augurios de — digamos, el vuelo de alguna águila o alguna lechuza por el cielo de Roma, no era como debía ser.

He mencionado ya, que los romanos sabían ser supersticiosos?

Bueno, ahí tenemos un poco de como los romanos votaban, durante su año nuevo.

Y ahi tenemos que ese año, Lucio Papirio Cursor, y Quinto Aulio Cerretano fueron elegidos Cónsules por el año.

[…]

Episodio 39 – Estado de la Unión – 320 AC

Un vistazo del mundo alrededor de Roma, a tres años de la muerte de Alejandro Magno, y en medio de las dos derrotas mas aplastantes de la Gran Guerra Samnita.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 39 — Estado de la Unión – 320 AC.

Este es nuestro tercer Episodio del Estado de la Unión, y tal como lo dije en nuestro episodio 13, en este momento ya tenemos muchas de las normas, estilos, y otros precedentes bien establecidos para este tipo de eventos.

Nos encontramos en el año 320 AC, justo después de la vergonzosa derrota de las legiones de Roma, en las ya famosas Horcas Caudinas.

Así que durante este episodio vamos a dividir nuestro tiempo en tres secciones, a saber.

UNO — Vamos a ver qué le pasó a esas tropas en camino a Roma, y cuales fueron los siguientes eventos antes del cierre el ese año.

DOS — Vamos a dar nuestro típico vuelo de águila alrededor del mundo de Roma, tal como lo hicimos en nuestros episodios 13 y 26.

Y TRES — Vamos a hacer un rápido repaso de la gente que gobernó los destinos de Roma, entre los años 390 y 320 antes de Cristo, igual como lo hicimos la última vez.

Y como siempre, durante este episodio no tenemos nuestro segmento de la Palabra de la Semana, así que eso va a quedar para nuestro episodio que viene.

Bueno. Empezamos ya!

Cuando las tropas romanas se fueron caminado de las Horcas, ellos utilizaron el camino que pasaba cerca de Capua, pero — tal como lo dije durante nuestro episodio pasado, a nadie se le ocurrió ir a Capua, y pedirles ayuda a la gente de Capua.

Era demasiada vergüenza, y los romanos no sabían como los recibirían porque la gente de Capua — bueno… digamos que no eran muy famosos por su hospitalidad y honestidad.

Pero cuando noticias de lo que pasó llegaron a Capua, la gente de la ciudad salió de la ciudad, a buscarlos.

Trajeron comida, agua, ropas, y hasta armas, para que los soldados se sintieran más en su propio elemento. El ejército de Capua — que no estaba compuesto de romanos, hasta les obsequió su propio estandarte, o escudo de armas, para que puedan caminar hacia Roma con la frente bien alta.

Pero, según algunos historiadores, todos estos actos de bondad no lograron apaciguar la vergüenza que los romanos sentían, y al día siguiente los nobles de Capua acompañaron a los romanos hasta el camino a Roma.

Uno de los nobles más distinguidos de Capua, un hombre llamado Ofilio Calavio hasta los acompañó hasta el mismo Senado de Roma, donde utilizó su influencia para dirigirse al Senado romano, una vez que los senadores se habían reunido para recibir el reporte de la derrota.

Oiremos mucho más de la familia de los Calavios durante nuestro podcast, porque uno de los descendientes de Ofilio Calavio fue el responsable del incendio de Roma en el año 211 antes de Cristo.

Pero, como ven, estamos lejos de eso, aún.

Este señor Ofilio dijo lo siguiente, cuando los senadores abrieron su sesión para oír lo que pasó en las Horcas Caudinas.

“La verdad está muy lejos de lo que parece.

Ese silencio obstinado, esos ojos fijos en el suelo, esos oídos sordos a toda consolación, esa vergüenza, esa manera de esconderse de la luz, son todas las indicaciones de un resentimiento terrible que fermenta en sus corazones de los legionarios que pasaron por ese evento.

Habrá venganza.

O yo no sé nada del carácter romano, o el silencio que ven aquí, pronto será causa de gritos y gemidos samnitas de angustia.

Recuerden mis palabras, o Senadores!

El recuerdo de la capitulación de las Horcas Caudinas será mucho más amargo para los samnitas, que para los romanos.

Pero Roma seguía sintiendo vergüenza. Hasta los senadores mismos se negaron a tratar leyes y edictos, de la forma habitual, y solamente se reunían cuando las circunstancias verdaderamente los obligaban a eso.

El año siguiente, es decir, nuestro año 320 AC, el senado falló dos veces en la elección de los Cónsules para ese año.

Primero eligieron a dos Cónsules que fueron proclamados mal elegidos por los arúspices de Roma, y luego eligieron a otros dos hombres que se encontraron en la meta — políticamente hablando, de mucha gente poderosa en Roma.

Hasta hubo un interregno, entre estos segundos dos hombres, y la tercera elección, pero cuando a final el Senado eligió a Publilio Filo, y a Papiro Cursor — este último por segunda vez, todo el mundo estuvo de acuerdo.

Roma, en ese momento, no tenía a nadie que fuese mejor.

Durante la primera asamblea de los senadores bajo el mando de Publilio, este inmediatamente mandó a llamar a Espurio Postumio, para que hable de los eventos.

Según anotaciones históricas, Espurio Postumio dijo mas o menos esto:

“Cónsules, estoy muy consciente de que he sido llamado a hablar en primer lugar, no porque soy el primero en honor, sino porque soy el principal en desgracia y no tengo la posición de un senador, sino de un hombre en su juicio que tiene que cumplir con el cargo, no sólo de una guerra fracasada, sino también de una paz humillante.

Ya que, sin embargo, usted no ha introducido la cuestión de nuestra culpa o el castigo, no voy a entrar en una defensa de mi mismo aquí.

Diré en pocas palabras lo que pienso acerca de la pregunta que tenemos ante nosotros, y vosotros podréis juzgarme y a mis legiones.

Esta promesa que tuvimos que hacer frente a los Samnitas, sin embargo, no fue hecha por la orden del pueblo romano, y por lo tanto el pueblo romano no está atado por ella, ni es nada debido al Samnitas bajo sus términos más allá de nuestras propias personas.

Seamos entregados a los sacerdotes fetiales, despojados y atados; liberemos a la gente de sus obligaciones religiosas si es que las hemos involucrado en alguna, de tal modo que  podamos reanudar la guerra en contra de Samnia sin infringir leyes divinas y juramentos dados.

Yo, Espurio Postumio Albino y mi co-comandante Tito Venturio Calvino, estamos dispuestos a dar nuestras cabezas por haber aceptado pasar bajo el yugo, encadenados y desnudos.

Y que sea de acuerdo con vuestra voluntad, que las legiones de Roma — bajo dos Cónsules frescos, marchen en contra de los Samnitas! Estas son mis palabras.”

El senado de derritió con el speech de Postumio, y lejos de castigarlos, le aplaudieron de pié.

Pero, un Tribuno plebeyo llamado Lucio Livio — no creo que haya tenido parentesco alguno con Tito Livio, no estaba de acuerdo con las palabras de Postumio.

Él decía que el pueblo de Roma no se vería liberado del juramento dado por las legiones de Roma en las Horcas Caudinas, a menos que los Samnitas fuesen puestos otra vez, en la misma posición ventajosa que tenían cuando habían atrapado a los soldados.

Tambien decía que el pueblo de Roma no estaba ligado a esos juramentos, porque los Samnitas mismos no pudieron aprovecharlas.

¿Por qué los Samnitas, en su infinita astucia y en la ventaja del momento, no obligaron a Postumio y a Venturio a que Roma enviase sacerdotes fetiales, y que estos sacerdotes ratifiquen la rendición de Roma misma?

Y digo, de toda Roma.

A esto, Postumio respondió:

[…]

Episodio 38 – Los Primeros Gladiadores

Parte dos de la derrota de los romanos frente a los samnitas en las Horcas. Y tambien, un homenaje a aquellos primeros gladiadores de Roma.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 38 — Los Primeros Gladiadores.

Si el tema del episodio pasado fue clausura, el tema de este episodio es la vergüenza.

Así es. El episodio pasado tuvimos la clausura de las guerras latinas, la vida de Decio Mus, pueblos varios en Italia, y en nuestra saga familiar, la muerte de Marco el Gladiador, Marcia, y Aeliana.

En este episodio, el tema es vergüenza y humillación, y ya veremos por qué.

En Roma, primero llegaron noticias de que el ejército romano había sido atrapado en las Horcas Caudinas.

No sabiendo aun los detalles de lo que pasó, el Senado romano inmediatamente comenzó a llamar a gente para formar un ejército nuevo, creyendo que enviando a más tropas se resolvería la situación.

Pero, menos de una semana más tarde llegaron noticias nuevas a Roma, y la ciudad entera sintió la humillación del evento.

Las legiones romanas se habían rendido a Cayo Poncio, y estaban de regreso a la ciudad.

Como pudo suceder eso es lo que vamos a ver ahora, pero basta decir que las tropas romanas sintieron tanta vergüenza por haberse tenido que rendir, que nadie habló por los tres días de marcha entera, entre las Horcas Caudinas y Roma.

Y en Roma, el pueblo sintió tanta vergüenza que ocasiones festivas tales como matrimonios fueron declarados prohibidos por un año entero. En el Senado romano, los senadores y demás magistrados se negaron a vestir sus coloridas togas de franjas púrpura y en vez de eso, iban al senado vestidos con las túnicas más comunes que poseían.

[…]

Entonces, Cayo Poncio les leyó las condiciones, a saber:

UNO — Todos los romanos entregarían todas sus armas, escudos, yelmos, sandalias, y demás pertenencias a los Samnitas. Solo se podían quedar con un articulo de ropa.

DOS — Todos los romanos pasarían bajo un yugo construido con tres lanzas o jabalinas romanas, dos de ellas clavadas en la tierra, y la tercera unida a las dos, actuando como un arco. Ese arco sería tan bajo, que hasta los romanos de baja estatura tendrían que inclinarse hacia adelante para poder pasar bajo el yugo, en una vergonzosa posición de rendición.

TRES — Todos los romanos tendrían sus manos atadas detrás de sus espaldas, y permanecerían maniatados hasta que los Samnitas los dejen ir, una vez que las demás estipulaciones se hayan cumplido de manera satisfactoria.

CUATRO — Los romanos jurarían en el nombre de sus dioses que abandonarán todo tipo de ataques directos al pueblo de los Samnitas por un periodo de cinco años, bajo perjurio divino si ese juramento fuese quebrado.

CINCO — Los 600 oficiales ecuestres se quedarían como rehenes con los Samnitas.

[…]

 

Episodio 37 – Las Horcas Caudinas

Todo iba bien para Roma, hasta que 50 mil legionarios se metieron en un llano entre dos desfiladeros. La vergonzosa derrota de las Horcas Caudinas.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 37 — Las Horcas Caudinas.

Durante el último episodio vimos el final de muchas cosas.

El final de Publio Decio Mus, por el sacrificio que decidió hacer en el campo de batalla.

El final de Tito Manlio Torcuato, en los libros de Tito Livio, por el desprecio que los romanos le dieron después de sacrificar a su propio hijo.

El final de la guerra contra los Latinos.

El final de los pueblos tales como los Sidicinos, los Auruncios, los Volscos, y los Campanios como pueblos libres del yugo de Roma.

El final de la Liga Latina, y tambien el final del respetado senador latino Annio quien se desplomó por las escalinatas del Senado Romano.

Y hasta vimos el final de la resistencia Ateniense en contra del rey Filipo II de Macedonia, quien acababa de casarse con una muchacha llamada Cleopatra Eurídice de Macedonia — la sexta o séptima de sus esposas, quien sabe.

Y finalmente tenemos otra pérdida más — esta vez en Ostia.

En un evento que ocurría demasiado a menudo en Roma, y en ciudades creadas por los romanos, el edificio donde nuestro fiel esclavo vivía, estalló en llamas, una noche.

Nuestro esclavo no tuvo chances de bajar las escaleras desde su tercer piso, y mientras gente trataba de bajar por ellas, una mujer se resbaló y — agarrando a su esposo, arrastró a ambos a su muerte, en el infierno de fuego que devoraba al vecindario entero.

Y mientras el humo y el olor tóxico de ese tipo de accidentes, combinado con el tamaño de las puertas, y la falta de ventanas, hicieron lo suyo para terminar con las vidas de los demás, nosotros jamás volvimos a oír de nuestro hombre en Ostia.

Así que esta vez tenemos que buscar una nueva manera de oír de noticias desde fuera de Roma, porque tenemos enormes eventos desde Grecia, Macedonia, y Persia.

Recordemos que entre el final de la guerra en contra de los Latinos y el comienzo de la Segunda Guerra Samnita hay exactamente 15 años, y en esos años pasó muchísimo en Grecia, y casi nada en Roma.

Y dicho sea de paso, nuestro hombre en Ostia trabajó para nosotros desde el año 342 AC, o sea que vivió nueve años en la ciudad portuaria.

Su cuerpo jamás fue recuperado de las cenizas.

No existe ningún tipo de tumba o inscripción

para recordar su vida y muerte.

Roma reconstruyó los edificios durante el año siguiente,

y los nuevos edificios tenían cuatro pisos en vez de tres.

El motivo del incendio jamás fue investigado.


Y ahora si, vamos al año 336 AC

[…]

Episodio 36 – Bajo la Sombra del Vesubio

Los romanos contra los latinos. Una batalla que se llevó a cabo en las colinas del volcán Vesubio, en Campania. Una batalla que se llevó a nuestro conocido Decio Mus – si, ese que se había ganado la corona gramínea años atrás.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 36 — Bajo la Sombra del Vesubio.

— “¡Serpiente!”

— “¡Tú eres la serpiente!”

— “¡Cobarde!”

— “Te enseñaré quién es el cobarde aquí!”

— “A que no te animas!”

Cuando Decio quiso dar un paso hacia adelante, corazón latiendo como un tambor, chocó contra el piso de tierra seca bajo su cama. Dolorido y gritando un insulto, el Cónsul despertó de su sueño.

En ese sueño, el volcán mismo le hablaba a Decio, expulsando miles de serpientes de fuego, y amenazando al ejército romano.

— “Uno de los dos morirá antes de la puesta del sol,” eran las palabras del volcán que aun bailaban en la cabeza de Decio, cuando éste le contó el sueño a Manlio Torcuato.

Normalmente, Torcuato siempre prestaba profunda atención a los sueños de su co-comandante, porque eso era algo que los romanos tomaban muy en serio.

Pero esta vez, Torcuato, no respondía.

Boquiabierto, y mirando a Decio en terror, a Torcuato no le salían palabras.

— “Qué te pasa,” preguntó Decio. “Un volcán escupiendo serpientes no es algo demasiado fuera do lo común, en un sueño…”

— “Decio. Yo también soñé que el volcán me llamó cobarde!”

— “¿Cómo?”

— “Te pregunto. El volcán te dijo que uno de los dos… uno de nosotros…”

— “Por Jupiter, y por Marte, y todos los dioses del inframundo” exclamó Decio, arrojando su copa al piso. Ya no tenía apetito.

Resulta que ambos — Manlio Torcuato y Decio Mus, tuvieron el mismo sueño, esa noche.

Y en ese sueño, los dioses les habían dicho que uno de los dos Cónsules debía sacrificarse en batalla, si Roma iba a ganar.

Para decirlo con un poco más de claridad, y según el relato de Tito Livio, en el sueño que ambos líderes tuvieron, uno de los dos flancos del ejército iba a quebrarse durante la batalla, y si el comandante de ese flanco iba a sacrificarse junto a sus soldados, el otro flanco — es decir, la otra mitad de las fuerzas de Roma saldrían victoriosas de la lucha.

Si siquiera dudarlo por un minuto, entre Manlio Torcuato y Decio Mus decidieron que el flanco que se quiebre primero bajo la presión de la lucha, tanto su comandante como el ejército mismo tendrá que sacrificarse, y lanzarse al enemigo en una misión suicida, como para permitirle al otro lado vencer.

Ya. El plan estaba formado.

Los oficiales que estaban alrededor de los dos líderes, temblaban de miedo cuando Torcuato se puso de pie, desayuno terminado.

En realidad, con cada día que pasaba, el campo romano entero odiaba y temía a Torcuato más y más, y eso se debía a lo que había pasado cuatro días antes, en las afueras del campo romano, cuando uno de los hijos de Torcuato volvió de una patrulla alrededor del campo militar.

Les cuento lo que pasó, pero antes de eso quisiera recordarles de nuestro último episodio, donde les conté que una de las ordenes del campo romano era que estaba totalmente prohibido entrar en cualquier forma de combate, o duelo, con el enemigo.

Torcuato mismo había dado esa orden, y el castigo por desobedecerla era pena de muerte, sin apelación, sin excepción, y sin demora.

Resulta que ese hijo de Torcuato, también llamado Manlio se encontró con un contingente de los Latinos, a menos de una hora a caballo, del campo mismo.

Cuando las dos patrullas se reconocieron, y mientras se medían a la distancia, uno de los Latinos, proveniente de Tusculum, y según Tito Livio, llamado Metio Geminio, se puso a gritarles a los romanos.

Metio Geminio desafiaba a cualquiera de los romanos a una lucha mano a mano. Los romanos simplemente seguían cabalgando de flanco, no dándoles la espalda a los Latinos, pero tampoco dándoles el frente.

Como al minuto, ese Latino reconoció que Manlio era el más destacado dentro del grupo de los romanos, y comenzó con insultos personales en contra del muchacho.

Entre otras cosas, el Latino le gritó uno de los insultos más comunes en esa época en el mundo militar, entre Romanos y Latinos; y ese insulto era una referencia a la habilidades femeninas del hijo de Manlio Torcuato.

El joven Manlio recordaba las órdenes dadas por su padre, pero los insultos continuaban.

— “¡Serpiente!”

— “¡Tú eres la serpiente!”

— “¡Cobarde!”

— “Te enseñaré quién es el cobarde aquí!”

— “A que no te animas!”

Lo que sucedió a continuación, fue el resultado de la destreza militar del joven Manlio, a pesar de que el hombre de Tusculum era mucho más alto y mucho más fuerte que el romano.

En menos de lo se necesita en subir las escalinatas al Monte Capitolino desde el foro, Manlio mató y degolló a Metio Geminio, y luego decidió llevar la cabeza del Latino como su recompensa del enfrentamiento.

Con la cabeza del Latino ya no insultando a nadie, las dos patrullas decidieron seguir sus caminos, y al rato, la patrulla volvió al campo romano.

— “¡Padre!”

Manlio agitaba la cabeza del Latino en la punta de su lanza, rodeado de gritos, risas, y aplausos de la patrulla, y de los soldados en el campo, a medida que estos se iban dando cuenta de lo que había pasado.

Pero el padre del joven no veía ese trofeo como causa de risas, sino como causa de una desobediencia que necesitaba ser corregida.

Y el viejo Manlio Torcuato decidió corregir esa desobediencia.

El joven Manlio fue arrestado frente a su propios hombres, y en frente al ejército entero, y luego fue atado a un poste por lictores, por ordenes directas del Cónsul romano.

Sin siquiera mover un músculo de la cara, Torcuato les ordenó a los lictores a castigar al su hijo, primero con las varas, y luego con el hacha.

Así es.

Una hora más tarde, el joven Manlio fue decapitado públicamente frente a las tropas del campo romano por la transgresión, y desde ese día el ejercito romano, aborrecía y temía al Cónsul romano.

Como un comentario personal, veremos que el flanco de Manlio Torcuato peleó en la próxima batalla con tanta más disciplina, y con tanto más furor, que a veces me pregunto si eso no era por el temor infundido por el viejo Torcuato, después de ver como el viejo decidió ejecutar a su propio hijo.

Ahora, volvamos a la batalla que estaba a punto de empezar, y para eso, comenzamos así.

[…]

Episodio 35 – Alejandro de Epiro

Alejandro I del Epiro cruza el Adriático, en ayuda de colonias griegas. Allí lucha en contra de Samnitas y otros pueblos, y luego muere en una batalla en contra de las ciudades que vino a rescatar.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 35 — Alejandro de Epiro.

La semana pasada quedamos con hilos pendientes de cinco eventos diferentes, los cuales veremos en este episodio.

Ellos son.

UNO – Nuestro reporte semanal de Ostia, traído por nuestro fiel esclavo, que se pasa días enteros en los muelles y mercados de la ciudad portuaria. De esta manera sabremos que anda pasando en Grecia, ya que estamos en los tiempos de Alejandro Magno, y esos eventos son demasiado importantes como para esperar nuestro Episodio del Estado de la Unión.

DOS – Las tácticas de la falanges, tales como fueron importadas desde Grecia, en tiempos del rey romano Servio Tulio. La semana pasada hizo el error de decir que las falanges fueron introducidas por, primeramente — Rómulo, y luego — por Servio Tulio, y eso no es correcto. En tiempos de Rómulo, Roma peleaba utilizando un sistema de un líder fuerte y una lucha mano a mano, hombre a hombre, sin ningún tipo de falanges.

TRES — La continuación de la situación entre Roma y los pueblos Latinos, después de que el Senado rechazó lo que los Latinos le pedían a Roma.

CUATRO — La continuación de nuestra saga familiar, ahora que sabemos dónde andan Marco, el hijo de Espurio, y el nieto de Marcia.

Y CINCO – La parte donde Alejandro de Epiro, el tío de dos sobrinos famosos, llega a Italia, hace lo suyo, y termina muriendo en Italia.

Empezamos ya.

Estamos entre los años 340 y 339 antes de Cristo.

Noticias desde Ostia.

Esta vez nuestro esclavo recibía más noticias desde el sur, es decir, desde Sicilia.

Resulta que en un gran esfuerzo para recuperar pérdidas anteriores, Cartago envió un enorme ejército en contra de Siracusa, bajo el mando de does de sus geniales, llamados Asdrúbal y Amílcar. Según Plutarco, la fuerza constaba de 70 000 hombres, pero — personalmente, no creo ni por un minuto que los Cartaginenses evitarían tanta gente a una misión que no tenia ningún tipo de sello de garantía de victoria.

Así es — sin duda, estas cifras son exageradas.

Lo que si tenían, eran muchos carros de guerra.

Del otro lado del campo de batalla, un tal Timoleón comandaba sólo 5,000 hombres de infantería y 1,000 de caballería.

Creen esas cifras?

Así es — yo tampoco.

Otros autores calculan estas cifras más bien en torno a 12,000 hombres.

Timoleón fue capaz de sorprender a los cartagineses cuando cruzaban un rio llamado Crimiso.

Enviaron a la caballería contra las fuerzas de Cartago para desordenar sus filas, y para prevenir que los cartagineses formaran un frente de batalla, del otro lado del río.

Y como por obra de un milagro, justo cuando la infantería griega atacó, estalló una tormenta y el viento sopló de cara a los cartagineses, que empezaron a tener más dificultad para luchar.

Mientras los ejércitos estaban trabados en la lucha, la caballería griega cargó contra el flanco púnico.

El ejército cartaginés rompió filas, y una legión llamada la Legión sagrada fue la última en caer, luchando, según las fuentes, “con bravura hasta el último hombre.”

Los cartagineses fueron derrotados, y Timoleón capturó su campo de provisiones, apropiándose de un importantísimo botín.

Las bajas griegas no debieron de ser muchas, pero las bajas púnicas — según las cifras de Plutarco (que personalmente creo son bastante fiables), eran unos 5,000 muertos,  y unos 3,000 prisioneros.

Y aquí quisiera insertar un par de palabras acerca de la tal llamada Legión Sagrada de Cartago.

[…]

 

Episodio 34 – De Creta a Campania

Anunciamos las nuevas formaciones de las legiones romanas, en tres partes. Roma y los Latinos se preparan para una guerra sin cuartel. El hijo de Espurio, el arquero reaparece en nuestra saga familiar.

Y en Grecia, Alejandro Magno ya tiene 16 años de edad.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 34 — De Creta a Campania.

Si la nave ha de ser salvada, cada hombre debe cumplir con su deber,

mientras la nave se encuentra ilesa.

Los esfuerzos son fútiles cuando la nave se hunde.

Así que en cuanto a Atenas, mis propuestas están listas.

Debemos hacer los preparativos completos para la guerra.

Atenas, al menos, debe cumplir con su deber.

Esto fue parte de la oratoria del Ateniense Demóstenes, durante su discurso en lo que hoy conocemos como la Tercera Filípica, en el año 341 antes de Cristo.

Y no era extraño comparar ciudades a naves, en aquellos tiempos, creo yo.

Ahora, o sea en el año 340 antes de Cristo, Demóstenes seguía incitando a los atenienses con sus provocaciones en contra del padre de Alejandro Magno, el rey Filipo el Segundo.

Bien. Nos encontramos en el año del Consulado de Torcuato y Mus.

Si, estoy hablando de aquel Publio Decio Mus, que se había ganado la corona gramínea, unos años antes.

Como pronto se establecerá casi como una costumbre en nuestro podcast—al menos por un par de décadas, vayamos primero a Ostia a ver lo que nuestro esclavo ha visto y oido, tanto de mercaderes, como de otra gente que llenaba las calles y los muelles del puerto de Roma.

Noticias desde Ostia.

El rey de Macedonia, Filipo II falló en su asedio y conquista de la ciudad del Bizancio, y en parte fue por la ayuda que la ciudad de Atenas envió a esa ciudad, después de los vigorosos discursos de Demóstenes.

Durante este asedio se forjó la leyenda de la intervención de la diosa Hécate Fósforos, una hermosa divinidad que protegía a la ciudad y que—de noche, prendió todas las antorchas en los foros de la ciudad y el puerto, descubriendo así a las naves de Filipo que se venían acercando en silencio.

Los perros de la ciudad, despertados por el milagro de las antorchas prendidas, ladraron hasta que la ciudad entera se puso a ver qué sucedía.

Como resultado de ese evento mitológico, los soldados de Bizancio se defendieron victoriosamente contra el ataque Macedonio.

La otra noticia que nuestro esclavo escuchó era que en Sicilia, otra vez había luchas entre los Cartaginenses y las colonias griegas, cerca de una ciudad llamada Lentini.

Como una nota de al lado, Alejandro—el hijo de Filipo, ya tenía 16 años.

Ese mismo año, su educación bajo el prodigioso maestro Aristóteles llegó a su final.

Y en ese mismo año, Alejandro aplastó una revuelta de una tribu en Tracia, llamada la tribu de los Medios. En realidad, Alejandro los aplastó con tanta eficiencia, que gente ya empezaba a notar su genio militar, mientras que su padre Filipo lo había dejado solo, y como regente del trono.

Bueno, escucharemos de nuestro esclavo en Ostia, la semana que viene.

Bien, volvamos a nuestra ciudad, Roma—y a nuestro cuento de Roma.

Como mencioné,  Tito Manlio Torcuato y Publio Decio Mus eran los Cónsules electos de Roma, el año que una delegación Latina entró por las puertas de la ciudad, pidiendo una audiencia con el Senado romano.

En realidad, los Latinos venían muy preparados para esta audiencia, porque la verdad era que los romanos los habían llamado a Roma, pero no les habían dado las razones exactas por las cuales los senadores Latinos eran requeridos en Roma.

Pero, como los Latinos tampoco se habían caído de un manzano, ellos inmediatamente sabían que los romanos sabían algo de las conversaciones secretas entre los Campanios y los Latinos. Así que, antes de salir para Roma, los Latinos se prepararon para el examen.

—“Y si nos preguntan qué estamos haciendo con tantos enviados a Campania, tan a menudo?”

[…]

 

Episodio 33 – Latinos y Romanos

Latinos y Romanos hablaban el mismo idioma y veneraban a los mismos dioses. Pero después de la primera guerra samnita, los Latinos sintieron que eran más fuertes que Roma. Y empiezan a crear planes, junto a los Campanios.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 33 — Latinos y Romanos.

Noticias no llegaban a Roma—o a cualquier otra ciudad, como lo hacen hoy en día.

Noticias viajaban con viajeros de aquellos tiempos, y los viajeros más conocidos tradicionalmente eran mercaderes, soldados, y prisioneros de guerra.

Y me animo a decir que era precisamente en ese orden.

Y como ahora estamos entrando a una época pivotal en la historia de Grecia, Persia, y Macedonia, vamos a poner a uno de nuestros empleados a residir en el puerto romano de Ostia. Le alquilaremos un cuarto en uno de los edificios de la calle central de Ostia, la que sale de la ciudad para convertirse en una vía romana, típicamente marcada a cada milla romana con una piedra que denotaba la distancia de Roma.

Bueno—ese empleado vivirá en Ostia por un tiempo, y él tiene una función muy claramente definida—recibir noticias desde afuera.

Cada mañana bajará de su cuarto en el tercer piso—el peor, y se dirigirá a los muelles, donde comerá un desayuno de pan untado en aceite de oliva, con un estofado caliente de legumbres y col. En invierno, ese estofado tambien podrá tener carne, y en verano será más pan y menos estofado.

Nuestro esclavo permanecerá en los muelles hasta horas vespertinas, y estará al pendiente de noticias que barcos traerán.

Más precisamente, de lo que andaba sucediendo entre Alejandro Magno, y el Imperio Persa.

Y como estos años, casi todo el tiempo existían cambios, pues—nuestro empleado en Ostia tendrá mucho trabajo, y su reporte será al comienzo de cada episodio.

O al final, dependiendo de la situación.

—- Música —-

Noticias desde Ostia. El rey Filipo el Segundo de Macedonia invita al filósofo griego Aristóteles a Macedonia, para que eduque a su hijo Alejandro, y lo prepare para ser el heredero del trono de Macedonia.

Esto, en otras circunstancias normales, nunca hubiese llegado a Roma, como una noticia vía barcos, si no hubiese sido que el dominio de Macedonia se hacia más y más obvio, con cada año que pasaba. Felipe el Segundo estaba conquistando y anexando territorios, islas, y provincias de Tracia, la actual Bulgaria, y en nuestro año actual, el 342 AC, la península de Gallipoli fue entregada casi sin lucha.

Atenas estaba cerca de otra de sus fechas negras.

En unos seis años la capital griega caerá bajo el poder de Macedonia.

Nuestro empleado también notó que desde otro barco, noticias de otro de los familiares del rey Felipe de Macedonia llegaban a Roma. Se trata de Alejandro de Epiro, el tío de Alejando Magno, a quien dedicaremos un episodio entero prontamente, por lo que va a suceder en Campania, muy prontamente.

Bueno, escucharemos de nuestro esclavo en Ostia, la semana que viene.

[…]

 

Episodio 32 – Marco Valerio Corvo

Cónsul de Roma a la edad de 23. Luego, fue elegido Cónsul cinco veces más, y dictador dos veces. Llegó a vivir hasta los 100 años. Este es nuestro homenaje.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 32 — Marco Valerio Corvo.

El año 342 fue caluroso por demás, y los legionarios estacionados en Campania lo sintieron de primera mano.

Al contrario de los habitantes de Capua, y otras ciudades en las suaves y fértiles llanuras de Campania, soldados romanos vivían con todo el rigor de una legión que había prestado un juramento a sus dioses, de proteger y de mantener esta región bajo el apto mando de la República Romana.

Y eso era lo que los legionarios de aquellos dos contingentes hacían. Tanto el grupo de Aulo Cornelio Coso, como el grupo que estaba bajo el comando de Marco Valerio Corvo cumplían con sus deberes, pero dentro suyo hubiesen querido estar en Roma.

Más al norte, y con un poco menos de calor, ¡por Mercurio!

Así es. Mientras sus compañeros se habían ido a Roma, a celebrar una marcha triunfal, estos dos grupos solo tenían a sus vecinos inmediatos—la gente de Capua, como único entretenimiento y contacto.

Y no era mucho entretenimiento en sí, porque muy pronto, los romanos decidieron que no era justo que la gente de Capua, una gente que ni siquiera se podía defender a sí misma de los Samnitas, disfrutaba de tanto, mientras ellos—los legionarios que establecían la paz en la región, no disfrutaban de nada.

En menos de los que una tormenta necesita para juntarse a crear nubes oscuras, los cabecillas de las dos facciones empezaron a formar un plan de rebelión.

Realmente no era justo, que los legionarios solo tenían olivas, pan duro, un poco de carne, y agua, en una región que tenía tanto más que eso!

[…]

 

 

Episodio 31 – La Corona Gramínea

Entre Aulo Cornelio Coso y el legendario Marco Valerio Corvo, los romanos vencen a los samnitas en las tres batallas de la primera guerra samnita.


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Transcripción Parcial

Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.

El Cuento de Roma, Episodio 31 — La Corona Gramínea.

Año 343 antes de Cristo.

O—si preferís, año 411 desde la creación de Roma. También era el año 166, sí prefieren contar las cosas a partir de la fundación de la República de Roma.

Pero sí vamos a contar años cómo los romanos los contaban, estamos el año de los Cónsules Cornelio Coso y Valerio Corvo—o sea, el año 343 antes de Cristo.

Y ahí acabamos de dar una vueltita a la calesita, y seguimos en… bueno… en…

Satícula, Campania. Verano. Año 343 antes de Cristo.

Cuando el joven Lucio finalmente notó que las tropas bajo el comando del tribuno Decio aparecieron por el horizonte y se aproximaban al fuerte, el corazón le batía como un tambor a marcha de redoble. Trepó por las escalinatas del fuerte, tratando de ver a su hermano entre ellos, pero solo podía ver siluetas en la oscuridad.

En ese momento Marco se le unió.

—“¿Distingues a Publio?”

—“¡No! Pero están corriendo, tal vez los Samnitas están detrás de ellos. ¡Suena la alarma!” respondió Lucio.

—“¡Abran puertas!”

Cuando los muchachos de Decio pasaron por el portón, todo el mundo estalló en gritos de alegría.

Publio Decio Mus, el tribuno de Aulo Cornelio Coso, no había perdido ni un solo hombre, y el centurión de la legión le salió a encuentro a los hombres, todavía incrédulo de la hazaña de los muchachos de Decio.

Pero bueno, vamos a hacer una breve pausa aquí, porque tenemos que rebobinar un poco los eventos, para poder explicar la hazaña que acababa de suceder.

[…]